En nuestro país fijar una meta de producción petrolera ha sido una tradición sexenal. Lo fue en los tiempos en los que, básicamente gracias al complejo Cantarell, México figuró en los primeros cinco países del mundo (década de los 80 y hasta los primeros años de la de los 2000) y en la actualidad, el gobierno federal sigue “poniendo sobre la mesa” un número de barriles a alcanzar.
Esta columna no pretende “adivinar” una cifra cierta de los barriles que se estarán produciendo en el 2024 (nadie que actúe con honestidad podría hacerlo), sino realizar algunos comentarios que toman como base la prospectiva que realiza el regulador de las actividades de Exploración y Extracción de Hidrocarburos en nuestro país, es decir, la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH).
A manera de contexto, tengamos presente que en el mundo se producen, en números cerrados, 100 millones de barriles diarios de crudo; de estos, Estados Unidos produce 17 millones, Arabia Saudita aporta 12 millones y Rusia se coloca en tercer lugar con 11 millones. Al final del top 10 de esta lista aparece Brasil, con 3 millones de barriles por día. Entre estos 10 países productores de petróleo se concentra el 70% de la producción mundial.
México, según cifras de la CNH, produjo durante el 2021 un total de 1.6 millones de barriles por día.
Con independencia de cuántos barriles se produzcan, quizás la pregunta más pertinente que deberíamos hacernos cuando se tocan estos temas es: ¿para qué queremos producir petróleo? Al intentar una respuesta, no debe perderse de vista que nos encontramos en un entorno de transición energética en el que las economías del mundo buscan:
- La “descarbonización” de las actividades productivas;
- Contribuir de manera decidida a la reducción de gases de efecto invernadero para combatir el cambio climático, y
- Transitar del uso de combustibles fósiles (petróleo y gas natural) a uno donde se privilegien las energías verdes (sol, viento, geotermia, mareas, hidrógeno).
En este contexto, insisto, tener al petróleo en el “centro” de tu política energética parece, al menos, anacrónico.
El petróleo y el gas deben servir, según nuestra Constitución, para que la Nación se haga de recursos que contribuyan a su desarrollo de largo plazo. Esto es así, porque los Hidrocarburos “valen” en la medida en que se transforman en más y mejores servicios públicos: en hospitales, escuelas y parques; en más y mejor infraestructura: puertos, carreteras y aeropuertos; en suma, en mejores condiciones de vida para todos.
Por eso, la pregunta antes planteada cobra sentido y fuerza: ¿para qué queremos producir petróleo? La actual Administración ha dicho que queremos producir petróleo para refinarlo en México y alcanzar autosuficiencia de gasolinas. Incluso se ha dicho que no vamos a extraer más petróleo del que “necesitamos” para llegar a cumplir este objetivo y que a las generaciones por venir les vamos a dejar petróleo en el subsuelo.
Sin entrar por ahora al tema de la autosuficiencia de gasolinas –baste decir que produciendo 1.6 millones de barriles por día es numéricamente imposible alcanzar esa pretendida autosuficiencia– preguntémonos: ¿Para qué querrían las generaciones del futuro petróleo en el subsuelo?
“Los Hidrocarburos que México tiene en el subsuelo deberían ayudar a financiar este proceso de transformación”.
La transición energética a la que nos referimos antes es una cuestión irrefrenable, indiscutible e indispensable, pero no será inmediata, ni opcional, ni barata. Los Hidrocarburos que México tiene en el subsuelo deberían ayudar a financiar este proceso de transformación.
Las grandes empresas petroleras del mundo han migrado, o están en vías de hacerlo, hacia empresas de energía, no dejan de lado el aprovechamiento del crudo pero ponen el énfasis en el aprovechamiento de fuentes de energía menos invasivas y dañinas con el medio ambiente. Estas empresas acogen e implementan los principios de ESG en su quehacer cotidiano, hablamos de prácticas que tienen en el centro al medio ambiente, al factor social y la gobernanza interna (Environmental, Social y Governance).
Vayamos, pues, al ejercicio de prospectiva que la CNH plantea. En el escenario medio, las cifras de producción de petróleo son las siguientes:
En México, las actividades de exploración y extracción de hidrocarburos constituyen áreas estratégicas que se llevan a cabo a través de un régimen dual:
- Por regla general, mediante Contratos con Pemex o las empresas privadas, nacionales o extranjeras, en un entorno competitivo, a través de licitaciones que son conducidas por la CNH. Estos Contratos son adjudicados a la empresa que oferte más dinero al Estado Mexicano (esa es la variable de adjudicación), o
- Por excepción, a través de Asignaciones que son entregadas por el Ejecutivo Federal (Sener), con la opinión favorable de la CNH, a Pemex, cuando se cumple alguno de los supuestos de excepción que prevé el marco jurídico aplicable.
Este régimen dual previsto desde la Reforma Energética de 2013 es retomado por la Iniciativa de reformas a la Constitución que actualmente se encuentra en discusión en la Cámara de Diputados.
Ahora bien, vistas las cifras y tendencias oficiales y atenidos a que en el sector de petróleo y gas lo que plantea la Administración del Presidente López Obrador sigue siendo llevar a cabo las actividades de Exploración y Extracción de Hidrocarburos a través de Contratos, o bien por conducto de las Asignaciones, y en atención a la coyuntura actual de precios del crudo, ¿no valdría la pena, con serenidad, objetividad y conciencia, hacer un análisis sobre las medidas que se pueden implementar en nuestro país?
Si en el mediano y largo plazos lo que sustentará una mayor producción de Hidrocarburos serán los Contratos (tanto los de Pemex como los de las demás empresas privadas) y estos deben servir para la que la Nación se haga de recursos, ¿por qué no buscar una mayor cantidad de ellos?, ¿por qué no buscar que Pemex diversifique su portafolio y sus riesgos?
La Reforma Energética del 2013 fue, en escencia, una reforma económica. La coyuntura actual de precios y la ventana de tiempo que aún tenemos abierta para hacer frente a la transición energética (por no hablar de la necesidad que tenemos de producir una mayor cantidad de Gas Natural) se muestran como una oportunidad que no deberíamos seguir dejando pasar de largo.
¿Qué preferirán las generaciones futuras: petróleo y gas en el subsuelo, o más y mejores servicios públicos e infraestructura?
Las opiniones vertidas en la sección «Plumas al Debate» son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y no representan necesariamente la posición de Energía a Debate, su línea editorial ni la del Consejo Editorial, así como tampoco de Perceptia21 Energía. Energía a Debate es un espacio informativo y de opinión plural sobre los temas relativos al sector energético, abarcando sus distintos subsectores, políticas públicas, regulación, transparencia y rendición de cuentas, con la finalidad de contribuir a la construcción de una ciudadanía informada en asuntos energéticos.