Víctor F. Ramírez Cabrera / Energía a Debate
Imagine usted la administración de un mercado, el de su colonia, de su ciudad, cualquiera.
A la hora de administrar el mercado hay decisiones finales de lo que se hace en el día a día, que el administrador del mercado decide; limpieza, mantenimiento, ubicación de locales, ocupación de locales, cuotas, organización de eventos. En fin, el funcionamiento cotidiano.
Ahora imagine que el administrador de ese mercado es el mismo dueño de una de las tiendas de ese mismo mercado.
Pues sí, el administrador tendrá un doble interés, que será hacer crecer a su empresa y el otro administrar el mercado.
Ahora imagine que esa tienda, la del administrador, no es ni la más barata, ni la de mejor calidad, pero florece el negocio porque el administrador lleva a cabo acciones que favorecen su negocio, como que sea el único que puede abrir temprano o cerrar más tarde, o el única que tenga los accesos limpios o despejados, que sea el único que recibe mantenimiento adecuado y sus instalaciones puedan operar correctamente o cosas parecidas.
Los afectados son las demás tiendas, que se pueden ver afectadas en sus ventas; pero también y el más afectado es el comprador final, que tendrá menos oportunidades de satisfacer sus necesidades en el mercado o le costará más tiempo, dinero o esfuerzo acceder a esos satisfactores.
Por eso, el dueño de una tienda no puede ser el administrador del mercado.
Cuando en 2013 se determinó dar acceso a los mexicanos a un mercado de energía, se decidió que algunas empresas debían seguir siendo propiedad del gobierno, pero para evitar un conflicto de intereses idéntico, se crearon órganos reguladores autónomos. Estos órganos son los que deben asegurarse de que el mercado funcione bien: que todas las tiendas tengan sus accesos, horarios, condiciones de venta y compra iguales (siguiendo con la analogía).
Los reguladores se hicieron autónomos técnicamente, administrativamente. No los puede mover libremente el Presidente, sino que se eligen por mayoría en el Senado y con periodos que van más allá del sexenio.
¿Qué tan real fue la independencia?
La independencia se verá directamente proporcional a la cantidad de conflictos que tuvo el regulador con las empresas productivas del Estado.
En este espacio se argumentó y peleó en contra de un amparo que la Comisión Federal de Electricidad promovió en contra de la Comisión Reguladora de Energía (CRE). Ese amparo era una muestra de que la CRE (el regulador autónomo) puso al usuario final, a usted y a mí, por encima de los intereses de la empresa (por muy empresa de Estado que fuera). El interés general sobre el interés particular.
Por eso a muchos nos parece delicado lo que se pretende hacer ahora: supeditar al regulador a la orden de un regulado.
La intención de poner a la CRE o a la Comisión Nacional de Hidrocarburos como subordinados del Secretario de Energía, que es Presidente del Consejo de Administración de PEMEX y CFE, dos participantes del mercado, es el riesgo de generar desbalances indebidos.
¿Quiénes serían los afectados? Los que compiten, sí, pero más los que consumen. Usted, yo, todos, los que tendremos el riesgo silente pero continuo de regulaciones disparejas, de conflictos de interés y de ser víctimas de esos conflictos.
Porque la intención de un mercado no es beneficiar a una empresa, sino al usuario final. Por eso vale la pena defender a los reguladores y su autonomía.
Los Telómeros. Si la intención de supeditar a los reguladores es dar fuerza al contenido social de las dos empresas productivas del Estado, lo que se debe hacer es acelerar el mercado y generar políticas de subsidios focalizados y complementarios al mercado, como es el caso del Bono Solar de Iniciativa Climática de México. Porque si no todo es mercado, atendamos lo que no es mercado, pero lo que es mercado hay que hacerlo eficiente y parejo.