“Si hubiera normas no estaría usted aquí”: la historia no contada de la batalla de Churubusco y la transición energética
Los libros de historia oficiales nos han recordado, por generaciones, las palabras que el general Pedro María Anaya pronunció en Churubusco el 20 de agosto de 1847 ante el general David E. Twiggs, líder del ejército invasor (estadounidense): “Si hubiera parque, no estaría usted aquí”.
El hecho es que se acabó el parque, pero solo el que cabía bien en los rifles y cañones, el que funcionaba de acuerdo con su diseño: el que quedaba no servía por no estar normalizado, por no tener las características adecuadas para cumplir su función. Inclusive, hay versiones que anotan que al intentar usar el parque que les quedaba en un cañón, éste explotó y, con él, la reserva de pólvora, sentenciado la derrota del valeroso ejército mexicano.
Si la historia se contase completa en los libros de texto, es muy posible que varias generaciones de mexicanos tendríamos una clara referencia histórica del valor de las regulaciones técnicas, elemento clave pero invisible del mundo moderno. Sin embargo, el de la normalización técnica es un tema prácticamente desconocido para la gran mayoría de la población, incluyendo a quienes son responsables del Estado mexicano.
Un hecho innegable es que el mundo moderno no sería posible sin la normalización técnica, sin regulaciones, normas o estándares técnicos. Sin un orden establecido en un amplio conjunto de especiaciones técnicas, acordadas por expertos, para ser cumplidas por una muy numerosa variedad de materiales, equipos, sistemas y/o servicios, la sociedad y economía actuales no podrían ofrecerse la amplia variedad de comodidades y creciente productividad con la que funcionan actualmente.
“Un hecho innegable es que el mundo moderno no sería posible sin la normalización técnica, sin regulaciones, normas o estándares técnicos”.
Con la normalización, que aplica lo mismo a equipos en lo individual que a complejos sistemas que se integran de más de una manera (por la red eléctrica y/o la de las comunicaciones), hoy día gozamos de servicios generalizados de iluminación, calor, refrigeración, movilidad, entretenimiento, comunicación, alimentación y muchos otros que no serían posibles sin que, en partes y/o en conjunto, estén normalizados.
La normalización es, pues, una poderosa herramienta para cuidar bienes públicos, como son la seguridad, la salud, la economía y el medio ambiente.
Inclusive, para economías o países integrados a la economía global (como México), la regulación técnica es la que permite que lo que se fabrica en el país se pueda comercializar en el mundo y viceversa. A su vez, permite que esos productos se conecten, sin problemas y en cualquier lugar en el mundo, a complejos sistemas donde se mueve, silenciosamente, la información, la energía y los productos que metemos en nuestros cuerpos como alimento o medicina.
Asimismo, las regulaciones técnicas y su sistema de evaluación de la conformidad (que pasa por laboratorios, organismos de certificación, entidades de acreditación, unidades de inspección, inspectores encargados de la vigilancia del mercado y agentes aduanales) permiten que tengamos una garantía de que el producto que compramos tiene el desempeño que promete, esto en términos de calidad y seguridad.
En México, el sistema que establece las reglas para publicar, exigir y hacer cumplir regulaciones técnicas para todo tipo de productos, servicios y sistemas se encuentra, actualmente, fundamentado en la Ley de Infraestructura de la Calidad (LIC), publicada hace cuatro años (el 1 de julio de 2020), y que sustituyó a Ley Federal de Metrología y Normalización, vigente desde 1992.
Sin embargo, a la fecha no se ha publicado el reglamento de la LIC, que define las reglas para aplicarla y cumplirla. Este es un proceso que debía haber tomado menos de un año y su ausencia ha dejado un hueco gigantesco que ha detenido procesos de ajuste y mejora continuos que deben ir al ritmo del acelerado cambio tecnológico de nuestros días.
En esta perspectiva, la transición energética actual, que incluye mayor electrificación (en particular del transporte), generación distribuida en cientos de miles de instalaciones y una gran integración de la tecnología de la información y las comunicaciones al sistema energético (desde la planta generadora hasta la lámpara) puede ser frenada, poniendo a México en desventaja ante las modernas invasiones (de tecnología chatarra…).
Ojalá y ya no le den más vueltas al asunto…
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