–“Reforma” no equivale a “Desarrollo”–
Bienvenidos de nuevo.
El texto de la propuesta de reforma dice que [sic] “el Estado queda a cargo de la transición energética y utilizará de forma sustentable todas las fuentes de energía de las que dispone la Nación, con el fin de reducir las emisiones de gases y componentes del efecto invernadero, para lo que establecerá las políticas científicas, tecnológicas e industriales necesarias para esta transición, impulsadas por el financiamiento y demanda nacional como palancas de desarrollo…”. Desafortunadamente, con eso no alcanza. Denme chance y les explico por qué.
Los objetivos de desarrollo sustentable de la ONU, avalados en 2015, son estos:
1. Fin de la pobreza.
2. Hambre cero.
3. Salud y bienestar.
4. Educación de calidad.
5. Equidad de género.
6. Agua limpia y saneamiento.
7. Energía asequible y no contaminante.
8. Trabajo decente y crecimiento económico.
9. Industria, innovación e infraestructura.
10. Reducción de la desigualdad.
11. Ciudades y comunidades sostenibles.
12. Producción y consumo responsables.
13. Acción por el clima.
14. Vida submarina.
15. Vida y ecosistemas terrestres.
16. Paz, justicia e instituciones sólidas.
17. Alianzas para lograr estos objetivos.
Ninguno de estos objetivos –es correcto… ninguno– se puede alcanzar sin energía. Pero solo uno está dedicado a la energía asequible y no contaminante.
“…la sostenibilidad no se trata de energía y sí de definir qué es necesario para que esta sea complemento de otros objetivos de desarrollo…”
¿Se imaginan por qué? Pues porque la sostenibilidad no se trata de energía y sí de definir qué es necesario para que esta sea complemento de otros objetivos de desarrollo (y por lo tanto, facilite establecer entornos sostenibles). De esta forma, se podrían correlacionar el objetivo 7 y los objetivos 1, 6, 8, 9, 11, 12, 13 y 17.
Y seguro hay más correlaciones, pero cuidado, porque cada una necesita –entre muchas otras cosas– análisis, recursos, líneas de investigación, tecnología, planeación, indicadores y tiempos muy distintos; cada una afecta a las demás, así que las correlaciones tampoco son fáciles de establecer, ni de gestionar.
Por otro lado, el desarrollo sostenible no es un asunto exclusivamente ambiental y no se consigue construyendo proyectos de generación limpia, líneas de transmisión, subestaciones y ya. No me entiendan mal… estaría muy bien que hubiera mucha energía limpia, pero sin directivas, acciones e indicadores claros para aprovecharla desde perspectivas diferentes, termina uno con sistema eléctrico muy bonito y poco más.
Hablar de “implementar la transición energética para mitigar el cambio climático” está muy bien, pero es hablar solo de una parte muy pequeña del desarrollo sustentable, que no es “menos contaminación”, sino un concepto muchísimo más amplio que tiene que ver con la vida de toda la población. Si no está relacionada con otros sectores además del energético, la reforma por sí sola no garantiza ni desarrollo, ni continuidad (léase, no es sostenible).
A principios de los años 2000, el gobierno federal tenía una campaña que decía que “Un país con energía es un país con futuro” y eso es cierto. Pero también es cierto que el futuro del país no puede -ni debe- depender solamente de la energía.
Resumiendo. Sin una serie de políticas públicas interdisciplinarias (es decir, trabajo conjunto de Secretarías, órganos del Estado y entidades no gubernamentales) no se pueden diseñar ni implementar estrategias, planes, modelos de gobernanza, indicadores y regulación (en ese orden) de las que la energía es un elemento fundamental y que, de no existir, limitan el desarrollo de las personas, que son quienes hacen al país. La energía es importantísima, pero no es lo único que hace falta –y no debe serlo.
Una reflexión: El desarrollo sostenible no se trata de que todo mundo pueda encender un foco, sino de lograr que la energía sea parte cotidiana de la vida digna a la que todas las personas tienen derecho y esto es un reto inmenso que no se puede gestionar con una reforma.
Nos veremos pronto. Gracias.