Como si la cosa energética necesitara más politización y complejidad, la llegada de Donald Trump y su particular visión puede modificar el escenario energético mexicano. Pero, ¿qué tanto?
Vale hacer un análisis.
El sector depende de forma importante de importaciones de combustibles líquidos (gasolina, diésel) y de gas natural. Recordemos que el 60% de la energía eléctrica del país se genera con gas importado. Pero la dependencia es codependencia. Nosotros necesitamos su producto, pero ellos los clientes y hay algunos (producto y cliente) que no pueden suplirse de forma fácil, como el gas natural. Tal vez nosotros podríamos traer gasolinas de Oriente y ellos acomodar una parte, pero del gas natural estamos amarrados de ambos lados y esto no se puede cambiar en el corto plazo.
Además, Trump quiere producir más petróleo y gas.
Si incrementas sensiblemente la producción, bajas el precio. Como estrategia geopolítica puede tener sentido en el corto plazo, pero a largo plazo nadie quiere producir más para que su producto cueste menos. En el caso del gas, requieres infraestructura para poder aprovechar una mayor producción.
Trump dice que no quiere renovables, por lo que elimina una serie de incentivos para estos parques y puede bloquear algunos proyectos mediante las facultades y regulaciones federales. Sin embargo, la realidad es que las renovables tienen un costo muy bajo de generación, de manera que si Trump quiere bajar la inflación y el costo de vida de los americanos, tendrá que dejarlas ser. No imagino al presidente norteamericano parando las inversiones de los proyectos eólicos de los texanos (petroleros), por ejemplo.
“No imagino al presidente norteamericano parando las inversiones de los proyectos eólicos de los texanos (petroleros), por ejemplo”.
Puede ser como Obrador en el discurso, que hablaba de soberanía pero incrementó la importación y la dependencia del gas de Estados Unidos.
En otras afectaciones, hay una serie de proyectos mexicanos que estaban armados con financiamiento norteamericano (del gobierno) y que se frenaron por la política energética y el marco regulatorio mexicanos en el sexenio pasado. Trump puede parar los recursos. Entonces, ahora que se ven oportunidades en México con la liberación de permisos, los proyectos podrían cancelarse por la falta de financiamiento.
En otros temas, Biden tenía parados proyectos de licuefacción de gas natural en USA, lo que abrió la puerta a que ese gas se exportara a México, aquí se licuara y se reexportara a Europa. Ahora Trump desatora los permisos y los proyectos se podrán hacer en USA, impactando en la pérdida de competitividad de los proyectos mexicanos (pues de inicio suman en sus costos el transporte de gas de USA a México) y podrían perder viabilidad. La ventaja de los mexicanos es que están avanzados, ya están los ductos, pero si los otros se terminan, tienen ventaja en costos.
En el sexenio pasado muchas empresas norteamericanas y de todo el mundo buscaron instalarse en México y otras tantas intentaron modificar la forma en que conseguían su energía. El bloqueo regulatorio frenó miles de millones de dólares de inversiones en el sector energético y, en general, en toda industria. Este gobierno parece pensar de otra forma y ha anunciado que liberará una serie de permisos para que estas empresas puedan tener acceso a energía de bajo costo y limpia. Ahora la prioridad de Trump es generar empleos en USA. Entonces el nearshoring, o lo que pudiéramos rescatar de él, puede volver a trabarse, pero esta vez por decisiones americanas, ya no por el bloqueo mexicano. Trump buscaría que esas empresas se instalen en USA, aunque eso también podría causar que en México se instale parte de la cadena de suministro.
La eliminación de subsidios a autos eléctricos también impactará, pues muchos fabricantes que buscaban establecerse en México para acceder al mercado norteamericano han perdido ese incentivo. Asimismo, Trump quiere que esas empresas ya no se instalen fuera, sino en su país. De nuevo, primero bloqueados por el gobierno mexicano (en el sexenio pasado) y ahora por el gobierno norteamericano.
Ojo, no podemos asegurar que la industria de autos eléctricos se frene, ya que hay una razón económica detrás de eso: tienden a ser más baratos, incluyendo su costo de energía, más allá del asunto ambiental.
Tal vez la parte más significativa de los riesgos es para la transición energética y que la visión de Trump permee entre las empresas. Muchas de las grandes compañías trasnacionales adoptaron la política de descarbonización, en buena medida impulsados porque el gobierno de Biden adoptó la lucha contra el cambio climático. La salida del acuerdo de Paris por parte de Trump podría animar a las empresas para que abandonen sus compromisos climáticos y, ahí sí, sería un paso grande hacia atrás. Sin embargo, las empresas también apuestan por energía renovable porque su costo es más bajo. Difícilmente las veo volver a preferir a los fósiles sobre las renovables, toda vez que esto significaría incrementar sus costos, cuando una empresa siempre busca lo contrario.
Los pequeños mercados de renovables en México y USA están desconectados. La gran mayoría de paneles solares e inversores que se venden en México son chinos y los productos que se venden en ambos países suelen ser distintos. Si disminuye la demanda de paneles en USA no parece que habría afectación al mercado mexicano. En el peor de los casos, la oferta se trasladaría a México y habría una competencia más fuerte.
Lo que sin duda pondría en un fuerte jaque al país serían aranceles a energéticos, pero eso también incrementaría los costos de las materias primas para los norteamericanos.
En conclusión, sin lugar a dudas la llegada de Trump, su rechazo a las renovables y a la lucha climática tendrá impactos en México y en el sector energético. Sin embargo, se han creado una serie de alarmas que muchas de ellas no tienen soporte en la realidad, como el asunto del gas y cerrar la llave de un día para otro. Cosa que se antoja muy, pero muy complicada.
Esto no significa que se minimicen los riesgos, pero si hay que tenerlos en su justa dimensión. Finalmente, recordemos que en buena medida el asunto energético en USA es regulado por los estados, no por el gobierno federal, además de que la industria allá es privada, así, muchas de las decisiones, por ello, lo que diga Trump no es generalizado como lo que si puede suceder en México con un sector centralizado. Estemos atentos, pero sin alarmas.
Las opiniones vertidas en la sección «Plumas al Debate» son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y no representan necesariamente la posición de Energía a Debate, su línea editorial ni la del Consejo Editorial, así como tampoco de Perceptia21 Energía. Energía a Debate es un espacio informativo y de opinión plural sobre los temas relativos al sector energético, abarcando sus distintos subsectores, políticas públicas, regulación, transparencia y rendición de cuentas, con la finalidad de contribuir a la construcción de una ciudadanía informada en asuntos energéticos.