La subrepresentación de mujeres en periodismo de energía
El periodismo parece una profesión de hombres. Según el reporte “Mujeres y liderazgo en los medios informativos en 2022: Evidencias de 12 mercados”, del Instituto Reuters, solo 32% de las periodistas en México somos mujeres, aunque únicamente alcanzan 11% de puestos editoriales, de toma de decisiones. Así, según el comparativo sectorial e internacional del IMCO, ganamos 33% menos que los hombres.
Del periodismo especializado ni hablemos, y más en un sector con tantas facetas y ángulos qué atender como el sector energético. La Agencia Internacional de Energía (IEA, por su sigla en inglés) informó en 2022 que a pesar de que 39% de la fuerza laboral global está compuesta por mujeres, solamente hay un 22% de mujeres dentro del sector energético tradicional, con una brecha salarial en relación con los hombres dos veces más amplia que en otras industrias. Y solo 22% ocupa cargos senior, según el Informe Global sobre Brechas de Género del WEF.
En este escenario, entre hombres y mujeres, ¿quién define las políticas a seguir para informar, para opinar o establecer prioridades en cuanto a la toma de decisiones en las agendas pública y periodística?
Con una visión patriarcal, es decir, cimentada en las necesidades del hombre en su rol social, en ese sistema -inconsciente en el día a día- de subordinación e invisibilización de lo “femenino”: el cuidado, el interior, el largo plazo y la integralidad, se cae en la tan internalizada dinámica fuera del trabajo en que las mujeres se llevan la carga, pero los hombres el crédito.
El análisis del equipo de Deep Digital Business de LLYC “Mujeres sin Nombre: Avances en la presencia de la mujer en medios de comunicación y el desafío pendiente 2023”, reveló que en el último año, únicamente 25% de las notas firmadas en temas de Economía -en que se inscribe el tema energético- fueron de autoras. A su vez, 80% del contenido en 14 millones de piezas analizadas para el estudio en 12 países latinoamericanos (incluido México) no llevó siquiera firma, pero las que sí, fueron atribuidas a periodistas hombres, en su mayoría.
Cuando la operación es realizada por mujeres, pero el reconocimiento se da a los hombres, se replica la dinámica tradicional de los hogares, en que el peso del trabajo cae sobre las madres. Los valores concebidos como “femeninos” en este esquema, también tóxico para los hombres, son sustituidos por los de la masculinidad tradicional: proveeduría inmediata, competitividad y productividad.
“Cuando la operación es realizada por mujeres, pero el reconocimiento se da a los hombres, se replica la dinámica tradicional de los hogares”.
En la dinámica diaria, se vive el “yo lo hago, no te preocupes”, por parte de colaboradoras, ante esta visión internalizada tanto de quienes trabajan de más como quienes reciben este beneficio.
Esto tiene implicaciones de forma: ¿quién define los horarios laborales?, ¿los traslados, ubicaciones de eventos, distancias? Si son las decisiones de quien solo está en competencia, sin otras necesidades, difícilmente se tendrá un piso parejo rumbo a puestos de mayor jerarquía.
En lo cotidiano ¿cómo se establece la vestimenta, formato de reuniones, organización, incentivos, lenguaje que se utilizará o hasta formatos como la contratación de edecanes mujeres para la venta de productos? Todo ello va ampliando una brecha en que las mujeres parecemos no entender el sector.
Pero también hay consecuencias de fondo, cuando los temas a tratar se eligen con una visión masculina, de acumulación a corto plazo, avance vertical y no integral en este rol, el rol del hombre. En energía tiene implicaciones muy graves porque en lo público la agenda de inmediatez gana las decisiones, la proveeduría, la sostenibilidad pasa a segundo término porque no hay más que la visión hacia arriba o abajo, no a los lados ni a necesidades de lo que es diferente. Masculinidad tóxica.
Y en lo privado, se compite de igual forma priorizando estos valores que se multiplican y difunden entre comunicadores que dirigen y se llevan el crédito de replicar al sector como un espacio masculino.
Así, tenemos mujeres desgastadas, con pocas posibilidades de crecer e impactar en las agendas, y hombres también hartos, pero ya tan inmersos en esta dinámica que difícilmente la distinguen.
Este sistema existe, no se trata de repartir culpas sino de echar luz sobre la problemática rumbo a la implementación de cambios tanto individuales como sistemáticos para que el periodismo en el sector energético se beneficie de todas las posibilidades de una agenda equilibrada y justa de género. Urge cambiar las direcciones, asumir una visión del todo, holística. Urge repartir. O podemos dejar que las cosas sigan como están y que cada año se pierdan cientos de posibilidades que son las mujeres talentosas que dejan el sector porque no se ven en él. Porque parece un espacio de hombres para hombres.
*/ Karol García Zubía es periodista mexicana, cubre el sector energético desde el 2010 y es titular de dicha fuente en El Economista. Ha colaborado en diversas revistas especializadas en el tema. Posee la Maestría en Periodismo y Asuntos Públicos por el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Cuenta con distinciones como el primer lugar en el reconocimiento a la cobertura periodística en energía de Gas Natural Fenosa en México y el primer lugar en la categoría de Cuento por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), campus Azcapotzalco.
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