(Escucha esta opinión de Víctor Ramírez en su podcast “Intermitencias”)
Para hacer un balance de la gestión de un sector como el eléctrico debemos tomar en cuenta sus objetivos, a saber: ofrecer energía de forma segura, limpia y económica. Para tener una evaluación de la visión de este gobierno agregaré una pregunta: ¿Cómo se avanzó en lo que fue un lema muy socorrido: rescatar la soberanía eléctrica?
Vamos con la seguridad. Era previsible que en el sexenio habría cortes al suministro en dos zonas del país: Baja California Sur y la Península de Yucatán. En ambos había ya apagones en 2018. En Baja California Sur se hizo una inversión fuerte, incluso se reciclaron centrales eléctricas de otras zonas del país. Pero de ellas hay plantas que no se han podido echar a andar. Se agregaron tres centrales privadas (solares y eólicas) que fueron bloqueadas por meses (años, tal vez) y que ahora dan un respiro, aunque hace mucha falta inversión adicional para olvidarse de apagones.
En la Península de Yucatán los cortes en el servicio son cotidianos y, en contraste, varios proyectos siguen esperando ser desbloqueados en alguna oficina federal para así empezar a construir… y disminuir los apagones. Se construyen dos centrales de CFE que tardarán años en poder operar. ¿Cuándo? Hasta que tengan gas, que llegará por un gasoducto que se espera para 2028.
En el resto del país, mayo y junio se han vuelto temporadas de apagones por la insuficiencia de energía cuando crece la demanda. Esto no sucedía antes, pero con el freno a los proyectos privados y la inversión tardía de CFE, se veía venir. Y finalmente, vino. Al menos de aquí a 2027 no habrá cómo evitar esos cortes. ¿Resultado? Fracaso en seguridad eléctrica.
Seguimos con energía limpia. En materia de emisiones de gases de efecto invernadero, el panorama era genial: las subastas de energía eléctrica de largo plazo habían comprometido la entrada en operación de centrales eléctricas anualmente por 2,500 MW promedio, además de las centrales de mercado mayorista. Gracias a estos proyectos y al bloqueo a la Ley Combustóleo, que mantuvo el despacho por mérito económico, México pasó de un factor de emisiones de 0.527 toneladas de CO2 equivalente por megawatt-hora (tCO2e / MWh) a 0.423 en 2021. Pero en 2022 y 2023 crecieron las emisiones en la producción de energía eléctrica y terminaron en 0.438 tCO2e / MWh. Seguro 2024 será más alto aún. Este aumento será porque crece la demanda y no habrá más generadoras limpias. Hay que echar mano de combustibles y emitir más CO2 equivalente. ¿Resultado? Fracaso en energía limpia y lucha contra el cambio climático.
Vamos con energía económica. No es algo adecuado hablar de las tarifas, menos las domésticas, pues aunque “no han crecido más allá de la inflación”, la realidad es que están subsidiadas y su costo real lo pagamos mediante impuestos o la falta de inversión pública en otras áreas. Por otro lado, se mantuvo la generación de energía de alto costo, fuera de mérito económico, que se compensa mediante pagos altos por potencia. Además, la falta de nuevos proyectos hizo que en los meses de más alta demanda, se tuviera que generar con centrales también caras, lo que incrementó el precio de la energía. En 2018, CFE veía cómo cada vez podría comprar energía más barata en subastas (de 45 a 18 dólares por MWh en solo dos años) y ahora debe obligar a generar a sus centrales más caras. Nos quisieron espantar con que si no se cambiaba la ley, nos pasaría como a España, que en situación extraordinaria de guerra en Europa llegó a 450 euros por megawatt-hora, mientras que hay zonas de México donde, sin guerra y con gas natural muy barato, llegamos a 1,200 euros por megawatt-hora. Tal vez lo peor de la situación fue que se pudo bajar el costo de la energía sin hacer inversión pública, pero no se hizo por criterios ideológicos.
Finalmente, la soberanía. El incremento de consumo de gas natural no inició en este sexenio. Desde el anterior se buscó aprovecharlo, que genera menos emisiones y en México es más barato. Las obras del gobierno actual se basaron en incrementar la generación de energía por medio de este combustible. Hay proyectos por 4,000 MW nuevos de capacidad de generación que requieren a su vez de una serie de ductos.
Lo dicho en el párrafo anterior suena bien, pero hay un detalle: todas estas centrales consumirán gas importado de Estados Unidos. Si el vecino país nos quisiera ver de rodillas, necesitaría cerrar unas horas la llave del gas. No lo harán, porque si perdemos así, ellos también afectan sus cadenas de suministro. Además de que su negocio es vendernos gas. Pero esto pone de manifiesto cómo la soberanía energética no fue más que un discurso. Y si era un objetivo, se caminó en sentido contrario.
En resumen, ni energía segura, ni más limpia, ni más barata, ni somos más soberanos.
“Ni energía segura, ni más limpia, ni más barata, ni somos más soberanos.
El siguiente gobierno tiene un reto: “descaminar” el camino andado este sexenio si quiere mejorar las condiciones del sistema eléctrico para los mexicanos. Hay con qué, la cosa es querer dejar las ataduras ideológicas.
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