¿En qué se parecen la lucha de los estudiantes y catedráticos del CIDE y la lucha contra la Reforma Bartlett?
En que ambas son la lucha por la libertad.
En el CIDE se trata de la oportunidad de estudiar, de investigar, de opinar y criticar con tres restricciones: la honestidad intelectual, calidad académica y el respeto a la libertad de otros (esencia propia de la libertad). La libertad permitió en su momento que los estudiantes se pronunciaran por un aspirante a la presidencia, pero esa misma libertad les permite estudiar su desempeño y, en el momento necesario, criticarlo.
¿Cuál es la respuesta? El ataque a esa libertad, el intento de imposición de un pensamiento único, la imposibilidad real de disentir o pensar distinto.
¿Qué es la reforma Bartlett?
La Reforma Bartlett es el intento por imponer un pensamiento único, el de quien ejercería el control desde CFE.
No, no es la posibilidad de recuperar la rectoría del Estado sobre el sector eléctrico, pues esta nunca ha estado en duda. Tampoco es garantizar la seguridad, pues el control del Estado y la propia la ley vigente ya cuenta con los mecanismos necesarios para ejercerlo. Tampoco es la transición energética, pues ponerla en la Constitución no es garantía de nada, además de que quienes proponen incluirla en la Carta Magna son quienes han hecho todo lo posible y lo legalmente imposible para frenarla. La Reforma Bartlett es el intento por imponer un pensamiento único, el de quien ejercería el control desde CFE. Es la imposibilidad de pensar y actuar distinto, pues ahora se tendrá que atener a las ideas y condiciones de quien detenta el poder. Es la idea de que el Estado, quien sea que esté a cargo del mismo, sea el único que pueda opinar, planear, contratar, vender y hacer todo lo que se refiera al sector eléctrico, sin contrapeso alguno.
El pretexto de la función social es solo eso, pues la Constitución y la ley tienen mecanismos gracias a los cuales el mercado (ese ente malvado, según la narrativa gubernamental) aporta el dinero para que CFE pueda seguir electrificando el país y llevar energía a quienes menos tienen.
La Reforma Bartlett condenaría a millones a quedarse sin servicio, ya que el gobierno por sí solo nunca contará con los recursos requeridos.
En el camino, la reforma se lleva entre las patas (perdón por la expresión) la inversión privada, con lo que nulifica la posibilidad de innovar, de integrar plenamente los grandes cambios tecnológicos, de que los ciudadanos inviertan en México, de ofrecer a los mexicanos energía más barata y más limpia. Esa libertad ahora solo podrá hacerse si es que quien lleva el control del sistema lo permite, lo quiere, le conviene o se le antoja.
Por si la pérdida de libertad no fuera ya delicada, lo que habrá en su lugar solo empeora las cosas.
No la perderemos a manos de un grupo que intenta luchar por la modernización del sector eléctrico, por la transición tecnológica y energética acelerada, sino por quienes buscan mantener el control del sector y de la económica, el favor político y económico del sindicato y sus votos corporativos, mantener en operación plantas viejas, contaminantes y caras bajo la falacia de que por haber sido ya pagadas son más baratas, o bajo otra falacia de que ya generan energía limpia –como si no fuera necesario más–, o simplemente fingir con proyectos sacados de la manga, sin sentido técnico ni económico.
Esta reforma significa ponerle un enorme freno a la transición energética, a la modernización de un sistema que debe estar constantemente en evolución en todos sus elementos (desde la generación hasta la distribución y uso final) para asegurar el futuro del país, un freno a la lucha por frenar el cambio climático, brega indispensable para el bien de la humanidad.
¿Qué nos debe mover hoy a quienes participamos de este sector?
La misma que los alumnos del CIDE: luchar por la libertad.
No podemos regresar a sistemas centralizados, verticales, totalitarios, que decidan quién puede pensar, investigar, estudiar, generar energía y consumirla, o cómo hacerlo. Es la lucha por la libertad.
En el mundo vemos cada vez más sistemas y formas nuevas para ofrecer la energía que requieren los habitantes y la economía de los países. Este año vimos más anuncios de parques eólicos en el mar, ya fuera para generar electricidad o para producir hidrógeno. Hemos visto la entrada de más formas de almacenamiento que permiten estabilidad a los sistemas energéticos, vimos cómo en el mundo empresas históricamente ligadas al petróleo ahora hacen también proyectos y cambian hasta de nombre, intentando sumarse a la transición energética.
También estamos siendo testigos de un rápido crecimiento del mercado de vehículos eléctricos. Todo esto producto de esa libertad de los países que entendieron que la mejor forma de garantizar el suministro energético era abrirse a que los ciudadanos pudieran participar en sus sistemas energéticos, y darles libertad para innovar, para invertir, para participar en la lucha contra el cambio climático.
Esa debe ser la lucha, luchar por la libertad, pero también porque la libertad es sinónimo de responsabilidad. Tenemos que crear una ciudadanía responsable, educada, que busque también su libertad y la ejerza.
Debemos luchar por los derechos de todos, no solo de un grupo. El respeto al marco legal y los derechos derivados, el respeto a quienes han invertido en condiciones puestas por el propio Estado para el desarrollo del sector.
La Reforma Bartlett no va contra el autoabastecimiento, lo ha dejado claro la CRE al negar a empresas salir del modelo en este mes. Tampoco va contra los productores independientes, ya que sabe que le significan ahorros, sino que va contra todo lo que sea participación ciudadana en el sector. Va contra la posibilidad de que los ciudadanos podamos elegir y busca que una persona elija por nosotros; siempre, sin opciones.
Esa es la lucha del CIDE, es y debe ser también la lucha por un sistema eléctrico moderno.
Un grupo político frenó el proceso de transición democrática electoral en 1988, decidió por los mexicanos más allá de las urnas.
Parte de ese mismo grupo quiere frenar la participación ciudadana en el sector energético. Quiere elegir por nosotros en el sector eléctrico.
No permitamos que esto siga, luchemos por nuestra libertad.
Que en ello nos lleve el 2022 y en la construcción del sistema que necesitaremos, sí o sí, en 2024, más allá de partidos.