Una característica de la gran mayoría de los presidentes municipales en México (salvo honrosas excepciones) es que gobiernan con base en ocurrencias y pocas veces hacen planeación adecuada. De ahí nacen proyectos inviables, sin pies ni cabeza y que terminan siendo elefantes blancos con cargo al erario.
Así puede encontrar usted pavimentaciones de calles por donde no pasa nadie más que el alcalde o algún cercano, pavimentaciones que luego deben ser abiertas para poner agua potable o drenaje, enrejado de parques públicos que tienen décadas de funcionar abiertos, segundos pisos de vialidades sin drenaje, rampas para sillas de ruedas que llevan a escaleras. En fin, muchas obras sin sentido y que se hacen por satisfacer el ego del alcalde en turno, para decir que hace algo o para usar el dinero público en algo. Dinero que podría solucionar problemas reales de cada demarcación.
Traigo esto a colación porque hace unos días el presidente salió a pedir dinero para cuatro proyectos de generación de energía solar que no tienen lógica alguna y que demuestran que el gobierno sigue sin entender en dónde está parado. El presidente actúa como alcalde que quiere construir un parque solar donde no hay transmisión para sacar esa energía, ni consumo suficiente para usarla. Actúa como si fuera presidente municipal de México.
“El presidente actúa como alcalde que quiere construir un parque solar donde no hay transmisión para sacar esa energía, ni consumo suficiente”.
Por eso el “proyecto” de Puerto Peñasco ha sufrido tantos cambios incluso en su concepto. Primero, dividirse en varias etapas, cambiar la fecha de entrada en operación dos veces: de 2024 a 2026 y luego a 2028; agregarle baterías, después decir que producirá hidrógeno, que no tenía cómo transportarse a Hermosillo para usarse en ciclos combinados y un largo etcétera.
Es sencillo explicar la “evolución” de este proyecto: fue una idea que alguien le vendió al presidente y éste, sin saber del sistema, la adquirió. Ahora la gente de CFE tiene que ir viendo cómo hacer más o menos sensato el proyecto y a eso hay que sumar cualquier idea que lo haga ver un poco menos descabellado.
Ahora, ¿por qué podemos afirmar que el proyecto es una idea volada?
Primero recordemos que la gran queja de la secretaria de Energía sobre las subastas de energía eléctrica de largo plazo fue un supuesto desorden en el sector eléctrico. De hecho, en cada presentación pública para hablar de transición energética, Nahle remata diciendo que la instalación de centrales eléctricas debe ser (léase en tono de regaño) “de forma or-de-na-da”. Pero los cinco proyectos de generación de energía eléctrica en parques fotovoltaicos (el que está en desarrollo y los cuatro que quiere hacer el presidente pero que no saben ni dónde ponerlos) nunca estuvieron en el Programa de Desarrollo del Sector Eléctrico Nacional (PRODESEN), que es el documento de planeación del sistema.
La lógica del presidente en este rubro es algo parecido a su forma de ver el sector petrolero y su tierra: si donde hay petróleo se puede hacer mucha industria petrolera, en donde hay mucho sol, como Sonora, se puede hacer industria solar. Sin embargo, afortunadamente en todo el país hay potencial solar, además de que el mundo eléctrico no necesariamente funciona así, sino que se tiende a instalar la generación lo más cercano posible al punto de consumo.
La construcción de cinco parques de ese tamaño necesitaría forzosamente la instalación de una capacidad de transmisión brutal que lleve toda esa energía a donde se consumiría, que es en regiones distintas del sistema, para alimentar el consumo en otro sitio. Esto genera pérdidas enormes que tendría que pagar el propio sistema. Dichas pérdidas se podrían evitar al instalar los parques cerca del consumo, como en el Bajío o el centro del país, y no concentrarlos en la región del noroeste, donde no hay más consumo.
En su conferencia de prensa del martes pasado, el presidente dijo que solicitaba los créditos ofrecidos por el gobierno norteamericano para construir estos proyectos que, agregó, deberían ser propiedad de CFE, aunque construidos por empresas mexicanas o norteamericanas.
El problema es que las cosas son exactamente al revés. Los recursos ofrecidos por el gobierno norteamericano no son para desarrollar los caprichos y las ideas sacadas de la manga del gobierno mexicano, sino para satisfacer las necesidades energéticas (y de energía limpia o renovable) de las empresas norteamericanas situadas en México, ya sea en el sector manufactura, automotriz o aeroespacial, principalmente. Y el proyecto Sonora no atiende a estos sectores ni satisface sus necesidades.
¿Por qué puede el gobierno norteamericano establecer los lineamientos de estos créditos? Fácil, porque es quien va a poner el financiamiento que haría realidad los proyectos.
Con esas declaraciones el presidente demuestra que no tiene idea de dónde está parado, ni tiene claro que México es el país que requiere de este financiamiento y menos las oportunidades que perdería el país por la falta de acciones realmente viables para la transición energética.
Sobre la propiedad y los desarrolladores de los proyectos cabe una pregunta, ¿por qué debemos estar obligados los mexicanos a comprarle a CFE y que sean empresas de estos tres países los que los desarrollen? ¿Tenemos derecho, o no, a elegir empresas de otros países y con otras tecnologías que pueden desarrollar mejores proyectos y a costos más competitivos? Lo pregunto porque ese derecho lo ordena la Constitución.
La peor parte es que el presidente (o quien le vendió la idea de los parques) quiere engañar al gobierno norteamericano y a los mexicanos diciendo que con estos proyectos vamos a cumplir con las metas en materia de energía limpia.
En la realidad, de llegar a la construcción de estos parques en 2030 y hacerlos viables, se lograría apenas un sexto de lo que el país necesita para cumplir con sus metas.
Y mientras eso pasa, el mismo gobierno tiene parados más de 2,100 MW de capacidad de generación entre eólica y solar, lo que agranda la queja que llevó a las consultas del TMEC.
El jefe del Ejecutivo federal, al menos en la parte de transición energética, actúa como el presidente municipal de México: ignorando las necesidades reales, pero proponiendo proyectos sin sentido, al fin que no se pagan con su dinero.
Y lo peor es que quiere engañar para que alguien más lo financie y lo paguemos, caro, todos los mexicanos.
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