Las elecciones presidenciales de Turquía se decidirán en una segunda vuelta, informó este lunes el Consejo Electoral Supremo de esa nación, luego de que el mandatario Recep Tayyip Erdoğan venciera a su principal rival, pero no alcanzó a superar el 50% de los votos, margen de victoria necesario para extender su gobierno. El presidente Erdoğan, en el poder desde 2002 a la cabeza del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, islamista moderado y de centroderecha), primero como primer ministro y después como presidente desde 2014, obtuvo 49.51% de los votos frente a su adversario, Kemal Kilicdaroglu, líder del partido más grande de oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP, republicano, secular, kemalista y de centroizquierda), quien obtuvo 44.88%.
Más allá de elegir un nuevo presidente, Turquía se juega su seguridad energética en un contexto de inflación y demanda de energía crecientes.
De acuerdo con cifras oficiales, el país registró en 2022 una inflación cercana al 64%, aunque algunos expertos independientes afirman que podría llegar al 137% a pesar de las promesas repetidas del presidente Erdoğan de contener la situación. Para hacer frente a los altos índices de inflación, la caída abrupta del poder adquisitivo y el incremento de los precios de la gasolina y el gas natural, el líder turco decidió jugarse la carta energética y prometió, en plena campaña electoral, gas gratuito hasta por un año en ciertas zonas del país, además de anunciar con pompa el descubrimiento de reservas de gas natural en el Mar Negro y la inauguración de una central nuclear en el sureste del país.
Necesidades crecientes en un contexto de alta dependencia
Turquía es altamente dependiente en materia energética y apenas dispone de petróleo y gas propios. Cubre cerca del 70% de su demanda energética con importación de hidrocarburos, principalmente de Rusia, Azerbaiyán e Irán, además del gas licuado procedente de Catar, Estados Unidos, Nigeria y Argelia. En 2022, el 40% del gas natural que importó el país provino de Rusia, mientras que de Azerbaiyán trajo 6 000 millones de metros cúbicos a través del Gasoducto del Cáucaso Sur (Bakú-Tbilisi-Erzurum) y del Gasoducto de Gas Natural Trans-Anatoliano (TANAP). Para cubrir su creciente demanda, Ankara también ha forjado alianzas antinatura con Teherán. En 2021, Irán envío 9 349 millones de metros cúbicos de gas a Turquía, siendo su segundo mayor proveedor.
Con el descubrimiento de reservas de 58 000 millones de metros cúbicos de gas natural en las costas de Zonguldak en el Mar Negro en 2020, Erdoğan anunció el avance de Turquía con paso firme hacia la independencia energética, pues en total los depósitos de la nación alcanzarían 710 000 millones de metros cúbicos, cerca del 30% de la demanda nacional, y afirmó que para inicios de 2023 el gas comenzaría a llegar a los hogares turcos. En 2022, comenzaron los trabajos de construcción del gasoducto submarino y el pasado 20 de abril de 2023, en plena campaña electoral, comenzaron los primeros envíos de gas natural, permitiendo a Ankara cubrir 6% de la demanda nacional y reducir la dependencia de este producto de Rusia e Irán.
El átomo, hacia una nueva dependencia
“Turquía se ha ganado su estatus como potencia nuclear”, tales fueron las palabras del presidente Erdoğan el pasado 27 de abril durante la inauguración de la planta nuclear de Akkuyu, en la que participó de forma telemática con su homólogo ruso, Vladímir Putin. Construida por el gigante ruso de la energía nuclear Rosatom, la central de Akkuyu es la mayor inversión conjunta entre Turquía y Rusia, con una inversión de 20 000 millones de dólares. Entrará plenamente en operaciones en 2028 y cubrirá cerca del 10% de las necesidades eléctricas del país. La central se compondrá de cuatro reactores VVER-1200, de los cuales la Unidad 1 ya fue cargada con combustible ruso y empezará una fase de pruebas para entrar en operaciones en algún momento de 2024. Los tres reactores restantes se irán activando uno por año para generar una potencia total de 4 800 megavatios hacía 2028 y ahorrar 1 500 millones de dólares al año en importaciones de gas natural, de acuerdo con Erdoğan. Pero cabe recordar que para que Turquía reembolse el costo de la central de Akkuyu deberá de comprar a Moscú al menos 50% de la electricidad producida por la central durante los próximos 15 años, lo que podría costar a Ankara el equivalente a 30 mil millones de dólares.
El resultado de la segunda ronda de la elección presidencial será un anticipo de la tumultuosa era que Ankara tiene por delante. En caso de victoria de la oposición, Kilicdaroglu ha anticipado que su gobierno tendría relaciones más cordiales con occidente y con los socios clave de Turquía (lo que podría irritar a Moscú), contrario a la polémica política exterior de Erdoğan, quien juega al equilibrista entre la OTAN, Rusia y Medio Oriente. En todo caso, todo parece indicar que la independencia energética de Turquía pasará primero por Moscú.
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