Primero que nada, mis credenciales sobre el tema: en 1995 fui contratado por la entonces Conae para trabajar en la entrada del Horario de Verano en México. A unas semanas, una batalla de poder entre el secretario de Energía y el director de CFE dejó el tema en manos del FIDE, que se encargó de todo lo que tuvo que ver con su entrada en vigor al primer domingo de abril de 1996. Por un par de años me tocó explicar y defender la medida en segunda fila, lejos de los grandes reflectores, Sin embargo, en 1998, con manifestaciones en Jalisco y reclamos en otras partes del país, relegaron al FIDE y me pusieron al frente de la defensa de una medida de la yo estaba convencido, pero que, de acuerdo con las encuestas, tenía un rechazo de una tercera parte de la población y que, por cierto, días antes de su entrada en vigor en el año 2000 (año de elecciones) dominó las columnas de opinión en México.
Según mis propios análisis y los del entonces IIE, la medida, en 1996, equivalía a un ahorro de más de mil millones de kWh y una reducción de demanda en cerca de 900 MW. El ahorro, por cierto, se daba por las poco más de 200 horas (una por día) del período en que se aplicaba y que resultaba que la gente requería una hora menos de iluminación artificial por las noches; la reducción de demanda era por su desplazamiento de una hora, lo que permitía que la demanda de iluminación, principalmente de los hogares, no se sumara a las otras demandas eléctricas que bajaban en esa hora.
Por cierto, en 1998 el margen de reserva era muy bajo y perder 900 MW perfilaba apagones.
Sin embargo, en Conae no solo nos dedicamos a defender al Horario de Verano, sino a desarrollar otros programas que requerían paciente jardinería, en particular el desarrollo e implementación de Normas Oficiales Mexicanas de eficiencia energética (NOM-EE), que apenas se iniciaban en 1996. Fue entonces que entraron en vigor las de refrigeradores, motores eléctricos y aires acondicionados de ventana, a los cuales siguieron (a lo largo de los siguientes años) calentadores a gas, equipos y sistemas de iluminación, equipos y sistemas de bombeo de agua, aislamiento térmico, energía en espera, para llegar a 34 NOM en 2023.
De manera complementaria, en los años en los que estuve viajando por el país para defender el Horario de Verano, en la Conae se promovía el establecimiento de laboratorios de prueba, organismos de certificación y (entonces llamadas así) unidades de verificación, las cuales permitieron evaluar la conformidad de las NOM.
El asunto es que, poco a poco, los hogares mexicanos se fueron haciendo cada vez más eficientes. De acuerdo con datos de ANFAD, 10 millones de enseres mayores que usan energía, que entran al mercado al año, están sujetos a NOM-EE desde hace 20 años. Igualmente, se compran al año más de 200 millones de lámparas de uso doméstico sujetas a NOM-EE. Así, datos del INEGI revelan que mientras en 1996 toda la iluminación en los hogares se hacía con lámparas incandescentes, para 2015 ese valor se había reducido en 75%.
Estos procesos tuvieron dos efectos paralelos. Por un lado, el uso de energía y la demanda agregada, que significa la iluminación, se redujo prácticamente a una tercera parte. Esto provocó que el efecto del Horario de Verano se redujera en esa proporción. El otro es los ahorros obtenidos de la aplicación de las NOM-EE (solamente las que aplican a electricidad) que, con base en evaluaciones hechas por la Agencia Internacional de Energía, en 2021 ya eran 6.5% del consumo final de electricidad en México (un porcentaje más alto que los logrados en China, la India y Brasil), equivalente a 13 veces lo que se ahorró en los primeros años del Horario de Verano (y más de 35 veces lo que ahorraría en la actualidad).
Conclusiones:
- El Horario de Verano ahorra energía y reduce la demanda pico del sistema eléctrico nacional, pero no lo suficiente para justificarse socialmente por el impacto energético.
- Las NOM-EE ahorran, hoy día, más de 35 veces lo que el HV.
- La ausencia del Horario de Verano tuvo poco (o nada) que ver con los apagones de hace unos días.
Postdata. Lo del efecto en salud es cierto, pero se exagera: desvelarse en 52 fines de semana del año o un viaje de más de un día de CDMX a Tijuana, afecta más que la pérdida de una hora de sueño un día al año.
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