(Escucha esta colaboración en el podcast de Víctor Ramírez aquí)
En 2013 las actividades de generación y comercialización (conocida como suministro) de energía eléctrica se abrieron a la libre concurrencia. En español, si una empresa cumplía con los requisitos para generar o vender energía, podía hacerlo. Es el origen del mercado eléctrico.
Para que hubiera un mercado parejo se decidió dividir a CFE de dos maneras: una vertical, de forma que las actividades de generación y comercialización quedaban separadas del monopolio natural de operación física, mantenimiento y desarrollo de nuevas redes de transmisión y distribución, y una división horizontal, para que una empresa originalmente predominante, CFE Generación, se dividiera entre sí para obligarla a competir.
Dividir verticalmente a CFE incluyó también la separación del operador físico y del despacho del sistema eléctrico, me refiero al Centro Nacional de Control de Energía, o CENACE.
La división no solo benefició en términos de construir un mercado confiable, sino que permitió detectar las ineficiencias de cada una de las partes de la empresa. Las empresas en “bola” escondían sus ineficiencias, por separado no podían hacerlo.
Traigo el tema a colación porque ahora, con la reforma Constitucional en materia de empresas del Estado (de productivas a solo públicas) existe la posibilidad de que CFE vuelva a reunificarse. Y entonces es pertinente cuestionarnos: ¿En qué formas puede reunificarse? ¿Qué problemas puede traer la reunificación? ¿Qué ventajas tiene? Aquí algunos de estos detalles.
Separación horizontal. Considerando que ahora habrá una proporción conjunta, obligatoria y absurda de 54 % de la energía proveniente de generadoras del Estado (aunque no lo dirá en ningún lado la Constitución, pero probablemente lo diga la ley), no tiene sentido alguno ponerlas a competir entre ellas. Lo que buscaba la competencia era que hubiera un incentivo para ser más eficientes. Ahora, con el despacho asegurado, podrán ser tan ineficientes como gusten y Hacienda, con sus criterios financieros y electorales, se lo permita. La división horizontal no es necesaria, aunque si quieres una CFE más eficiente, podría valer la pena, pero no es el objetivo.
La separación vertical tiene otra historia. Si se mantiene un mercado real en el despacho de hasta el 46 por ciento de energía, y se mantiene además un mercado en el suministro, la división vertical puede resultar necesaria, aunque el despacho integrado puede permitir a los privados aportar energía al “servicio público” de CFE, si su eficiencia para ampliar la capacidad de generación es tan limitada como en el sexenio pasado.
Una de las interpretaciones de la reforma (interpretaciones que buscan suplantar la limitada redacción de la reforma Constitucional) es que se dividiría al sector eléctrico en dos partes, una que es el “servicio público” con el cual se atendería lo que entendemos como el “suministro básico”: hogares, riego agrícola, pequeños negocios, que estaríamos amarrados al monopolio real de CFE (aunque ahora la Constitución diga que no se le llamará monopolio al monopolio), y por otro lado, el mercado eléctrico, donde habría alguna forma de competencia real. Esta forma de dividir al sector sería la única que podría dar opciones para mantener un mercado competitivo sin afectar a la industria, al empleo y al nearshoring, aunque condena al pequeño usuario a pagar las ineficiencias y/o al Estado a taparlas con subsidios. Pero todo esto tiene que venir en las leyes secundarias.
En este universo en que se mantiene el mercado, más allá de la generación, se requiere mantener entes independientes, sobre todo el CENACE como gran operador del sistema y del mercado eléctrico.
Ya de por sí la propia reforma es contraria a los acuerdos internacionales de México al no dar trato igual a todas las empresas. Ahora, dejar en una de las empresas la operación del mercado significaría una violación adicional a los tratados.
Reintegrar al CENACE a la CFE sería algo bastante delicado y tal vez más grave que la eliminación de la autonomía de la CRE. La eliminación de ambos afecta las buenas prácticas regulatorias, que son parte del cuerpo de los tratados; pero además, al reintegrar al CENACE, pierdes la operación independiente, necesaria para dar certeza.
“Reintegrar al CENACE a la CFE sería algo bastante delicado y tal vez más grave que la eliminación de la autonomía de la CRE”.
La CRE también establece tarifas y reglas operativas, pero quien las ejecuta es el CENACE.
Y si perdemos su autonomía, perdemos la confianza de la inversión competitiva, esa que necesita México para dar paso el llamado “capitalismo de cuates”, que a ratos parece ser lo que se construye.
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