Si usted pensaba que Petróleos Mexicanos (Pemex) es la única que tiene problemas con sus proveedores, lamentamos decirle que en el mismo embrollo se encuentra la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Y es que en las oficinas de Reforma 164, en la CDMX, están bastante nerviosos porque la directora general, Emilia Calleja Alor, heredó de su antecesor, don Manuel Bartlett Díaz, un problemón con las empresas de ingeniería, proveeduría y construcción, las llamadas “epecistas”.
Los colaboradores de la nueva titular de la CFE cuentan que varias de estas empresas, que participan en el desarrollo de centrales de generación eléctrica de la Comisión, la mayoría ciclos combinados, ya están abandonando las obras porque se han topado con un número de problemas con la compañía del Estado y no logran ponerse de acuerdo, lo que podría dejar inconclusos estos proyectos.
Y es que, según refieren, igualmente no hay gas –ni habrá por un buen rato– para alimentar estas plantas, lo que compromete a futuro el abasto de electricidad para el país. Así que prepárese usted para apagones venideros, nos advierten.
En mayo de este 2024, la CFE informó que desarrollaba 35 proyectos de generación eléctrica, a los cuales réstele las 13 plantas que adquirió de Iberdrola México. Nosotros por lo pronto, pasmados, preguntamos ¿pues qué pasó?
Rudos contra ¿técnicas?
La relación entre México y los Estados Unidos en materia energética es de pronóstico reservado. Y lo decimos en serio.
Como usted ya sabe, el presidente norteamericano para el periodo 2024-2028 será Donald Trump, empresario convertido en político de línea dura como ya lo demostró en su periodo en el cargo hace cuatro años. El viernes de la semana pasada dio a conocer el nombre de su secretario de Energía, el señor Chris Wright, un ingeniero eléctrico transformado con el tiempo en empresario petrolero.
La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, experta en medio ambiente que ha prometido impulsar las energías renovables de la mano de los privados, y su secretaria de Energía, Luz Elena González Escobar, con habilidades más bien en el ámbito de las finanzas públicas, se verán las caras con los dos rudos de los hidrocarburos.
Para nadie es un secreto que Trump ha tenido desde siempre el apoyo moral y financiero de los gigantes petroleros, que esperan que el próximo mandatario elimine las restricciones regulatorias que les impuso su predecesor, Joe Biden. ¿Irá México en esa línea y más ahora que se cocinan importantes cambios regulatorios en nuestro país?
¿Nos despetrolizamos?
Una de las cosas que llama la atención de los números derivados del Presupuesto de Ingresos de la Federación para 2025 es que continúa la tendencia hacia la despetrolización de las finanzas públicas.
Y es que la 4T espera tener el próximo año un aumento de 235,970 millones de pesos más con respecto a 2024 en recursos totales, algo así como 2.6 por ciento, para alcanzar los 9 billones 302,015 millones de pesos. Sin embargo, ni el precio de la mezcla mexicana de petróleo, ni la plataforma de exportación del crudo ayudará en este incremento.
La Secretaría de Hacienda de Rogelio Ramírez de la O hizo una reducción de 18 por ciento en la estimación del precio del petróleo mexicano para el próximo año contra el de este 2024, para fijarlo en apenas 58.4 dólares por barril.
Siguiendo con la retórica oficialista creada desde el sexenio pasado de mantener una plataforma de producción de petróleo crudo en 1.8 millones de barriles diarios promedio, el Presupuesto todavía la elevó 0.6, sabiendo que el Pemex produce aceite por debajo de los 1.5 millones.
Esto explicaría por qué Hacienda continúa reduciendo las exportaciones que, en este caso, serán de 985.4 mil barriles por día en promedio, unos 9 mil barriles menos que en 2024.
¿Nos despetrolizamos porque somos más eficientes en la administración de los recursos, o porque tenemos una crisis en el sector de los hidrocarburos? Es pregunta.