¿Dónde están los potenciales de ahorro de energía en el sector residencial de México?

Hace unos días escuché una conversación pública, de personas supuestamente bien informadas, donde se afirmaba que el mayor potencial de ahorro de energía en México se encuentra en el sector residencial.

Al respecto, estoy en gran desacuerdo en lo general, pero de acuerdo en lo muy particular.

Me explico.

Para empezar, anoto que se reconocen tres niveles de potencial de ahorro de energía. El primero es el teórico, que es el que establece lo que se podría ahorrar si todos los equipos actualmente en operación se cambiasen por los de mayor eficiencia en el mercado, con las personas aplicando los mejores hábitos y prácticas posibles en sus actividades cotidianas. El segundo es el potencial económico, que resultaría de cambiar a todos los equipos y sistemas con inversiones que sean rentables, ya sea para los usuarios o para la sociedad. El tercero es el real, donde otras prioridades de gasto, la falta de información, altos subsidios y una percepción de riesgo ante tecnología nueva impiden que los usuarios opten por lo más eficiente.

Afortunadamente, en México se han hecho muchas cosas para que, aun con un alto nivel de subsidios, el potencial real se haya acercado mucho al económico, cuando menos en el sector residencial.

Aquí puedo afirmar y sostener que, si hay un sector en México que ha mejorado su eficiencia, ese es el de las viviendas, donde llevamos más de treinta años aplicando programas de financiamiento de fideicomisos de CFE, del FIDE y de INFONAVIT, pero, muy particularmente, Normas Oficiales Mexicanas de eficiencia energética para los equipos de más alto consumo que entran al mercado, ya sea eléctricos o a gas, y que para los enseres mayores (refrigeradores, lavadoras de ropa, calentadores a gas, aires acondicionados) llegan a ser más de 10 millones de unidades al año por más de 20 años.

“Si hay un sector en México que ha mejorado su eficiencia, ese es el de las viviendas”.

Estos avances se reflejan muy claramente en dos parámetros que se establecen con información pública: (1) el consumo de gas del sector, que crecía a un 6% anual en los últimos años del siglo pasado, no ha crecido en 25 años, y (2) el consumo promedio por usuario eléctrico residencial que, con todo y que han aumentado los equipos en los hogares (entre mayor tamaño y número), no ha crecido en los últimos 30 años.

Esto está documentado y reconocido por la CEPAL en el Informe Nacional de Monitoreo de la Eficiencia Energética en México de 2018, que estima en 46% la reducción de la intensidad energética y en 17% el consumo per cápita entre 1995 y 2015, período en el que las acciones de eficiencia energética en el país, y particularmente las NOM, se han profundizado.

Por supuesto, hay potencial de ahorro, que se da, evidentemente, en la reposición de equipos viejos. Sin embargo, el potencial más significativo está en las viviendas ubicadas en regiones de clima cálido y tiene que ver con la forma en la que se construyen las viviendas.

Las viviendas en clima cálido representan el 45% de los usuarios de CFE y sus consumos promedios son del doble que los de las ubicadas en regiones de clima templado, y tienen un importante potencial de crecimiento por la necesidad, todavía insatisfecha para muchos, del confort térmico. Esa necesidad, según mis estimaciones, ya consume (entre aires acondicionados y ventiladores) más de la tercera parte del consumo eléctrico total del sector, un porcentaje que sigue creciendo.

Aquí el asunto está atendido en cuanto a equipos, con cuatro NOM que se aplican a aires acondicionados (incluyendo los Split Inverter, que son los más eficientes). El problema aquí son las envolventes (techo, paredes y ventanas) que se siguen diseñando y construyendo para el clima de la Ciudad de México y no para Hermosillo o Villahermosa, lo que resulta en calor que termina en los espacios interiores (que hay que enfriar) y que se podría aminorar, a veces muy significativamente, con mejores diseños y materiales con características térmicas y de transmisión solar que limiten la entrada de calor. Esto es muy evidente en viviendas de familias de altos ingresos en el norte, que lo aplican de manera generalizada.

Curiosamente, por los altos niveles de subsidios a usuarios residenciales en clima cálido, mejorar la eficiencia energética invirtiendo recursos públicos para mejorar la envolvente (en particular en vivienda nueva), sería muy rentable para el erario, que ahorra dos pesos por cada peso ahorrado por el usuario. Esto, por supuesto, sin incluir beneficios como la salud de los habitantes, la reducción del pico en el Sistema Eléctrico Nacional y menores emisiones de gases de efecto invernadero, entre otros.

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