A veces, el costo más alto de una central no está en su construcción, sino en la estabilidad que el sistema debe comprar para sostenerla. Esta entrega examina el verdadero precio de la energía: más allá del megawatt y del gráfico, donde la física y la economía se encuentran.
Imaginemos tres proyectos de generación eléctrica, todos con la misma potencia: 300 megawatts. Uno es un parque fotovoltaico, otro uno eólico y el tercero una central nuclear. Sobre el papel entregan lo mismo: 300 MW. En la realidad física, económica y regulatoria, no podrían ser más distintos.
Una planta solar a gran escala ronda hoy los 700 dólares por kilowatt instalado. Para 300 MW, unos 200 millones de dólares: módulos, inversores, estructura y conexión. La eólica terrestre asciende a 1,000 dólares por kilowatt, cerca de 300 millones. La nuclear, en cambio, se ubica entre 5,000 y 8,000 dólares por kilowatt: entre 1,500 y 2,400 millones de dólares para la misma potencia *.
A primera vista, la conclusión parece obvia: la nuclear es cara; la solar y la eólica, baratas. Pero el sistema eléctrico no se alimenta de titulares: se sostiene de equilibrio, y ese equilibrio tiene precio.
El costo del sol cuando se pone
Hoy un parque solar sin respaldo es casi una anomalía técnica. Los operadores exigen capacidad de almacenamiento en baterías para mitigar rampas y sostener la frecuencia. Supongamos que ese parque solar de 300 MW incorpora un sistema de almacenamiento con baterías (BESS) de 100 MW / 200 MWh, es decir, un respaldo del 30 % con dos horas de autonomía. El costo, a unos 200 dólares por kilowatt-hora, suma 40 millones de dólares. La “central barata” de 200 MUSD se convierte así en un complejo solar con baterías de 240 millones. Y aun así, esas dos horas no la hacen una planta firme: solo menos frágil. Cubrir la noche entera multiplicaría el costo por tres o cuatro.
La eólica reparte mejor su producción, pero no la controla. La nuclear, aunque costosa, entrega energía continua, control de voltaje y frecuencia, e inercia rotacional desde su diseño.
En realidad, ninguna fuente es independiente. La solar y la eólica necesitan del pulso firme de otra tecnología que estabilice lo que ellas inyectan sin control. Su aparente bajo costo solo existe mientras otra máquina, frecuentemente una nuclear, hidráulica o térmica, mantenga el equilibrio del sistema. Si se sumaran los costos de generación intermitente y del respaldo necesario para sostenerla, el resultado dejaría de ser una comparación entre tecnologías: sería la constatación de que lo barato no siempre es lo eficiente, y que el verdadero costo del sol y del viento incluye la energía que no producen pero que los mantiene de pie.
El discurso político suele detenerse en la inversión inicial (CAPEX) o en el costo nivelado de la energía (LCOE), pero el precio del megawatt-hora no es el precio del sistema. La estabilidad que mantiene viva a la red se paga, aunque no figure en los gráficos del lobby energético.
“La estabilidad que mantiene viva a la red se paga, aunque no figure en los gráficos del lobby energético”.
El pulso invisible del sistema
El gráfico no muestra el momento en que el operador debe decidir entre mantener la frecuencia o perder un circuito. Tampoco registra el silencio previo al disparo de una línea, ni la respiración contenida en un centro de control cuando el margen de reserva cae por debajo del tres por ciento. El gráfico no escucha el zumbido de las máquinas que giran, ni mide la confianza que un sistema deposita en su propia masa rotante. En la pantalla, todo sigue ordenado: barras, curvas, colores. Pero detrás, la red es un organismo que late, un cuerpo invisible cuya estabilidad depende de impulsos eléctricos sincronizados en todo el territorio. Un organismo cuyo corazón se mueve a 60 ciclos por segundo.
La anarquía silenciosa del conocimiento
En la ciencia, como en la ingeniería, la perfección metodológica suele ser un espejismo.
Los sistemas más robustos nacen, a veces, de la improvisación, de la corrección forzada o del ensayo que contradice el manual. La red eléctrica no escapa a esa anarquía silenciosa del conocimiento: progresa no solo por diseño, sino por accidente, por error y por adaptación. Cada avance técnico es también una rectificación; cada equilibrio, una concesión temporal entre teoría y práctica.
Quizá, después de todo, el orden no sea más que el disfraz con que el caos logra seguir funcionando. En los sistemas eléctricos, como en las ideas, el equilibrio no nace del control absoluto, sino de la capacidad de corregir sin perder el rumbo.
* Datos y estimaciones de costos tomados de organismos internacionales de energía: IRENA, IEA, World Nuclear Association y BloombergNEF, informes 2023-2024.
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