Fue negativa la reacción de los analistas y participantes del mercado financiero al Plan de Negocios de Petróleos Mexicanos (Pemex), al grado de que varios de ellos externaron que “sólo es cuestión de tiempo” para que la petrolera pierda su grado de inversión y sea degradada también la calificación soberana.
Desde entonces, se han publicado indicadores económicos negativos, así como un programa de estímulo económico de la Secretaría de Hacienda, que tampoco convenció del todo. La economía mexicana ya no crece y la inestabilidad de los mercados globales es otro factor en contra.
La problemática en Pemex podría contaminar las finanzas públicas, tal vez muy pronto, y acabaría con la buena reputación crediticia de la empresa estatal y del país, lo cual implicaría riesgos para la estabilidad económica y una mayor depreciación del tipo de cambio, debido a la posible desbandada de la inversión financiera externa, en cuanto las agencias de crédito bajen las calificaciones.
Lo insólito es que el Presidente López Obrador parece no tomar en serio esta amenaza a su proyecto de gobierno. A él no le caen bien las calificadoras ni otras instituciones que evalúan la economía y su proyecto de gobierno, porque sus análisis revelan datos duros y realidades incómodas. Le guste o no al Presidente, la degradación crediticia sería un severo golpe a su 4T y sus fines sociales. Pero él piensa que están blofeando y hasta presume su terquedad. Con su actitud, reta irresponsablemente a las agencias de crédito a que le quiten el grado de inversión a Pemex.
López Obrador y Pemex son un desastre en materia de mercadotecnia y relaciones con inversionistas, al menos en este tema. Amén del fracaso de los road shows de Pemex, se insiste en mandar mensajes desalentadores. Nadie cuidó las formas al presentar el Plan de Negocios, nadie se ocupó de incluir mensajes que pudieran ser bien interpretados por los mercados. Además, es notorio que el área de Finanzas de Pemex no atiende a inversionistas institucionales que visitan el país.
La política energética, sobre todo la petrolera, ha inyectado una gran incertidumbre a la perspectiva económica del país. Sin buenos motivos, el gobierno de la 4T se ha dedicado a revertir la Reforma Energética en los hechos, rechazando asociaciones (farmouts) que serían una fuente vital e insustituible de flujo de efectivo y capitalización para Pemex. En su lugar, se percibe que el plan en exploración y producción es débil y que la inversión masiva en una refinería es de dudosa rentabilidad. En cuanto al manejo de la deuda de Pemex y la reducción de su carga fiscal, las medidas propuestas hasta ahora se estiman insuficientes.
Aún se puede ajustar el plan, pero, sobre todo, urge cambiar las señales y los mensajes. Hay que dar un golpe de timón y contemplar inversión privada directa en Pemex vía asociaciones en farmouts y fracking para darle una perspectiva de largo plazo. ¿O no merece Pemex una visión de largo plazo?
Las reformas legales en energía siguen intactas y ahí hay opciones que se pueden rescatar. Ayudaría también una visión moderna sobre cambios tecnológicos, energía limpia y movilidad eléctrica, que son grandes oportunidades para el país, y resolver conflictos de gasoductos. Pero la única solución realista y viable a la deuda de Pemex es refinanciarla y, para ello, la máxima prioridad debería ser mantener la reputación y la calificación crediticias de la petrolera estatal.
El tiempo se está agotando. Según analistas consultados, la baja de la calificación se dará cuando se presente el presupuesto 2020, si no hay señales nuevas y pragmáticas. Si Pemex pierde el grado de inversión, que no se queje López Obrador, porque será culpa de él, no de gobiernos anteriores, el no haberlo evitado. Podría significar incluso el fracaso prematuro de la 4T. ¿Él y su equipo no entienden eso? ¿Prefieren vivir obcecados en una fantasía ideológica nacionalista, aunque dañe su proyecto de gobierno? Si no reaccionan ya, todos los mexicanos pagaremos el precio.
Artículo publicado hoy en el Periódico Reforma. Disponible en esta líga.
David Shields es analista de la industria energética. (david.shields@energiaadebate.com)