El Presidente Joe Biden pondrá en marcha un ambicioso plan para alcanzar cero emisiones de gases de efecto invernadero, en términos netos, en el año 2050. En observancia del Acuerdo de París, muchos otros gobiernos y también grandes corporativos globales promueven activamente la misma meta. China, hasta hoy adicta al carbón, se propone alcanzar su pico de emisiones en el año 2030 y ser neutro en carbono en el 2060.
Incluso la Agencia Internacional de Energía, otrora pro-petrolera, ha renunciado a su tesis de que la explotación de fósiles seguirá siendo la principal fuente futura de energía y alista un nuevo reporte llamado “Mapa de Ruta Mundial para Net Cero en el 2050”. El mensaje es: la salud y el planeta sí importan.
Estas iniciativas son el inicio del fin para la industria petrolera, que desaparecerá –Pemex incluido– casi por completo en menos de 30 años. El abatimiento de los costos de las energías solar y eólica, aunado al almacenamiento en baterías que hará sinergia con los vehículos eléctricos, asegurará que la sustitución de la energía fósil por fuentes renovables sea una propuesta realista. Cero emisiones netas implica casi cero petróleo.
Consideremos. Una sola turbina eólica de 12 megawatts está en fase de evaluación en Holanda. Siete mil de esas turbinas cubriría una demanda eléctrica igual a la de todo México. Países europeos han fijado fechas entre 2025 y 2040 para electrificar todo su parque vehicular y eliminar las gasolinas. Se avanza con innovación exponencial en el desarrollo del hidrógeno como combustible del futuro, desplazando al gas y al petróleo.
¿Y México? El Presidente López Obrador, Rocío Nahle, Manuel Bartlett y todo su anacrónico séquito han definido una política basada en la violación sistemática de la Constitución, tratados, leyes y reglamentos para regresar a México a un modelo energético del siglo pasado. Es una actitud contraria al interés nacional, por decir lo menos.
El declive del petróleo ya empezó y su inviabilidad económica ya está cantada. A corto plazo, el precio del crudo está un poco inflado, igual que las cotizaciones de todo tipo de activos de riesgo, debido a las políticas monetarias laxas y a la devaluación del dólar. Pero sigue siendo bajo en términos históricos y será difícil que se mantenga arriba de 50 dólares por barril sin provocar un repunte de la oferta, dado que el costo de producción de Arabia Saudita es menor a 10 dólares y el de los frackers de Estados Unidos es de 30 dólares.
La perspectiva para el petróleo ya cambió. En el caso de Pemex, sus mejores yacimientos ya se agotaron. Le falta presupuesto y su plan de negocios orientado a producir más petróleo es poco realista. Las reservas aún sin explotar podrían quedarse en el subsuelo. Es una mala apuesta.
El gobierno de López Obrador chocará con el de Biden en dos aspectos, primero, por su política de promover combustibles fósiles y sucios, y segundo, porque Biden apoyará el reclamo de las compañías americanas de que ahora ven frenadas arbitrariamente sus inversiones en energía en México. Deberá obligar a México a cumplir sus obligaciones, asumidas en el T-MEC, que garantizan la competencia y la certidumbre regulatoria. Sería, además, benéfico para Pemex y la CFE que hubiera sinergias y unión de esfuerzos con el sector privado.
Biden ha planteado que Estados Unidos debe ser líder en competitividad y en la revolución tecnológica de la transición energética. Pero López Obrador propone usar más petróleo, combustóleo, carbón, construir una refinería, eliminar la competencia y restaurar los monopolios energéticos. Ojo, ¿por qué plantea eso? ¿El objetivo es el control político?
Ojalá el gobierno de Biden actúe para defender la competencia económica y forzar cambios en la absurda política energética de López Obrador. Nos haría un enorme favor a todos, si puede jalar a México hacia una recuperación económica regional, colocándonos de nuevo en la vía hacia el futuro, no hacia el pasado.
Artículo publicado hoy en el periódico Reforma. Léalo en el diario en esta liga.
*Analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com