Ha comenzado una contrarreforma energética. Ésta se va a dar en los hechos, más que en las leyes, al menos en una primera etapa. Después podrían darse cambios legales, una vez que el nuevo gobierno haya evaluado las condiciones que prevalecen en el sector.
Así lo anticipa el discurso antagónico del Presidente López Obrador en contra del neoliberalismo y de la Reforma Energética.Neoliberalismo “es porfirismo”, es un retroceso al capitalismo sin freno, es una apertura energética que benefició a unos cuantos y perjudicó a la mayoría de los mexicanos, privatizó el sector y subsidió a particulares, abandonó a Pemex y CFE y dañó al mercado interno, según el severo juicio del Presidente.
Se observa un fuerte jalón hacia el polo nacionalista en la izquierda del espectro ideológico mexicano. Por ahora, no se cancelarán los contratos petroleros de la Reforma Energética, pero tal vez sí suceda dentro de tres años, si no se observan niveles de producción que convenzan al Presidente. A pesar del gran potencial que ofrecen, no habrá más rondas petroleras, no habrá subastas eléctricas, no habrá fracking, todo eso pertenece al modelo neoliberal. AMLO y su equipo creen en el papel del Estado y confían en las empresas estatales. Se avanzará hacia una autarquía en la que se pretende ya no importar gasolinas, sino producirlas en el país, ni exportar petróleo.
Prevalece un criterio político tradicionalista sobre el rigor económico al promover refinerías e hidroeléctricas, incluso carboeléctricas. Por desgracia, los costos para desarrollar éstas, incluso pozos petroleros, son más altos que antes. En Cantarell, el costo de producción era de 3 dólares por barril, pero en nuevos yacimientos del sureste ese costo puede ser de 30 dólares o más.
La autosuficiencia planteada por López Obrador parece deseable, pero muy difícil de realizar, sobre todo por la elevada deuda de Pemex y CFE, por la escasez de recursos públicos para invertir, también porque no está en sintonía con la globalización, que es hacia donde se inclina el péndulo ideológico hoy día en el mundo. Aun cuando el dinero del presupuesto difícilmente alcanzará, López Obrador insiste en que sus planes energéticos deben realizarse con recursos públicos y no privados, es decir, con los ahorros obtenidos de la “austeridad republicana”.
Aunque él reniegue de las reformas recientes, el marco jurídico actual le podría ser útil para atraer inversión a todos los rubros energéticos, incluyendo muchos donde su gobierno no ha puesto la lupa o donde no le alcanza el dinero, como ductos, redes inteligentes, energías renovables, nuevas zonas petroleras, mejoras tecnológicas en general, además de que permite asociaciones entre empresas privadas y Pemex.
Hay propósitos loables en los planes de refinación y electricidad de AMLO. Se ha logrado diagnosticar, en poco tiempo, cómo rehabilitar las seis refinerías de Pemex, si bien persisten muchas dudas y polémicas en torno a la nueva refinería de Dos Bocas. Los pensadores y técnicos que apoyan a la izquierda suelen ser muy capaces y seguramente aportarán un buen trabajo en el sector en los próximos meses.
Pero parece que los gobiernos en México se sienten obligados a ser cardenistas o neoliberales, ubicando la ideología en el centro de sus políticas energéticas, a diferencia de las naciones más avanzadas, que se rigen por criterios de negocio y de mercado, sin que las ideologías les nublen la vista o les cancelen opciones. Cabe la pregunta: ¿no podríamos ser como ellas?
Los prejuicios ideológicos generan conflicto, ya sea que vengan de la derecha o de la izquierda. No son benéficos para el sector energía. Convendría desideologizar, sumar y no dividir. Ya es tiempo, en México, de que seamos pragmatistas, no ideológos. No conviene anteponer la política a la economía ni frenar ni cancelar opciones que la ley permite. Eso sólo desanima todo tipo de inversiones en perjuicio del país. Convendría conciliar y motivar el esfuerzo de las empresas del sector privado. Falta que quieran.
David Shields es analista de la industria energética. Su email: davshields@hotmail.com