Ya salvamos a Pemex del fracaso y de la bancarrota, dijo el Presidente López Obrador el sábado. Sin duda, él tenía fresca en la mente la proyección alegre de producción petrolera e indicadores financieros que mostró el Director General de Pemex, Octavio Romero, días antes en la mañanera.
Son palabras temerarias dada la fragilidad financiera de la “petrolera más endeudada del mundo”. Desde el colapso de los petroprecios en 2014, Pemex ha sido el talón de Aquiles de las finanzas públicas, ha requerido rescates, y ahora se augura otro bajón del precio del barril, que golpearía aún más su salud financiera y complicaría la reactivación económica del País.
Pemex es causa de debilidad financiera y de mantener altas tasas de interés, que provocan estancamiento. Según López Obrador, finanzas públicas sanas, moneda fuerte y T-MEC son condiciones para ahora detonar el crecimiento. Pero en México, un presupuesto equilibrado con superávit primario no es sinónimo de finanzas sanas. El equilibrio se ha obtenido gastando el fondo de estabilización y recortando el gasto a sectores muy diversos, incluyendo a Pemex, que ejerció sólo el 41 por ciento de su gasto programado el año pasado.
A su vez, la fortaleza del peso es precaria, siendo atribuible a las altas tasas que alimentan la especulación a través del carry trade, que termina sangrando la economía nacional y frenando crecimiento y competitividad. Mal hace Pemex, en un mundo en que las tasas están bajando, presumir una tasa de 6.95 por ciento en su nuevo bono a 40 años. Es un sobreprecio que habrá que renegociar más adelante.
Como empresa, Pemex está postrado con su abultada deuda, sus mejores yacimientos agotados, reservas probadas disminuidas, refinerías obsoletas y subutilizadas, un proyecto caro e inviable de nueva refinería, pérdida de talento humano y capacidades de ejecución, pasivo laboral y subejercicios. Su visión y su plan de negocios son de corto plazo. Para sacarlo adelante, López Obrador y su equipo quieren ver virtudes y ventajas en restablecer, en lo posible, su condición de monopolio.
Si las calificadoras se apegan a una rigurosa evaluación técnico-económica, tendrían que bajarle la calificación a Pemex. Pero si existe un proceso de cabildeo y negociación con el gobierno de México y en apoyo a los tenedores de bonos, tal vez lleguen a un arreglo para mantenerla. En fin, nadie quiere verse como culpable de una turbulencia cambiaria y económica.
Pero tampoco se justifica alentar que acreedores y especuladores estén desangrando al país, ganando por las tasas de interés y también por la apreciación de la moneda. En todo caso, las apuestas a favor del peso se revertirán en algún momento, ojalá no sea de manera brusca.
Es esencial, pero no suficiente, que exista un plan de corto plazo para salir del estancamiento, como el que plantea la Secretaría de Hacienda. Pero también urgen planes de largo plazo, empezando por el Plan de Infraestructura Energética, cuyo anuncio se espera en este mes.}
Para generar confianza, el gobierno debe ir de la mano con inversionistas que arriesguen capital, y no sólo con proveedores. Pero el tóxico discurso del Presidente indica que él no quiere entender eso. En vez de promover esa inversión, Pemex envía la pésima señal de querer usurpar los derechos de Talos Energy en el yacimiento Zama, mientras que la Secretaría de Energía juega con el riesgo de desabasto al negar nuevos permisos de importación a los distribuidores privados de gasolinas. Son sólo dos de múltiples señales de que quieren tronar a la inversión privada en energía para fortalecer a Pemex y CFE. ¡Qué mal!
Pemex sí cuenta con áreas prospectivas que puede compartir a través de alianzas de largo plazo –farmouts– que son la única fórmula realista para mejorar su perspectiva, pero los voceros oficiales dicen que habrá “muy poquitos” farmouts o ninguno. Qué pena que prevalezca la ideología y que no sean capaces de hacer un Plan de Infraestructura con los enfoques pragmáticos que los mercados y el País exigen.
Artículo publicado hoy en el Periódico Reforma. Léalo en esta liga.
David Shields es analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com