La semana pasada la Ciudad de México atravesó una serie de contingencias ambientales.
Sin lugar a dudas el uso de automóviles y la industria generan emisiones, pero uno de los factores más importantes que aportan contaminación a la Ciudad de México es la termoeléctrica de Tula, ese monstruo de 2,075 MW que consume el combustóleo que sale de la refinería vecina y nos hace respirar partículas suspendidas y una mezcla venenosa de azufre y otros contaminantes.
En otros lugares del mundo, este combustible ya está prohibido. En México no solo no lo está, sino que este gobierno intentó cambiar reglas, leyes y hasta la Constitución para garantizar que CFE lo siga consumiendo. Todo sea por tener operando las refinerías, el sueño de petróleo del presidente.
Pero dejemos a los culpables y pensemos en la solución.
¿Se pueden evitar las emisiones de Tula?
Es posible, si, y veamos qué posibilidades hay.
Si consideramos que Tula aporta una cantidad de energía importante, debemos saber que la zona centro del país es una región deficitaria de energía. Esto es, consume más electricidad de la que genera, por lo tanto, o se debe generar más en la misma región o se debe importar de otras partes.
“…debemos saber que la zona centro del país es una región deficitaria de energía”.
Ahora ¿hay potencial o proyectos para generación de energía en la zona?
Claro que sí. Primero hay que decir que la zona centro del país es de las más atractivas del mundo, no únicamente por el recurso solar, sino por el mercado potencial.
Pero en los hechos, en proyectos, tan solo en lo que va del sexenio, la Comisión Reguladora de Energía ha mantenido parados o ha rechazado, por pretextos absurdos, más de 1,000 MW de capacidad de generación, nada más solar fotovoltaica.
También en la zona hay por lo menos un parque eólico que podría generar en horas de alta demanda de energía eléctrica para suplir a la termoeléctrica. Está parado por obra y gracia de este gobierno.
Pero sin ser puristas, hay una forma más de disminuir la contaminación que genera Tula: cambiando su combustible por otro más limpio (y barato para generar electricidad) y me refiero al gas natural.
A pesar de los vaivenes podríamos hablar de que México tiene el acceso al gas más barato del mundo y en el sexenio pasado se planeó para usarlo y aprovechar sus ventajas.
Para traer gas de Texas a México se ideó un gasoducto marino que lo entrega en el puerto de Tuxpan. De ahí se debía llevar a Tula mediante un ducto que estaba en construcción.
Y aquí se complicó la parte social. La gente de la zona limítrofe entre Puebla e Hidalgo, principalmente en localidades de Pahuatlán, fue mal informada sobre el proyecto, con lo que se insertó en la gente la idea de que el gasoducto era un peligro inminente y constante, al grado de llamarle “proyecto de la muerte”.
La realidad es que los ductos modernos de gas natural son seccionados, automatizados; en cuanto detectan una fuga en algún sitio, se paran; evitan flujo hacia la zona donde está la fuga y el gas, al ser menos denso que el aire, se volatiliza rápidamente. Es mil veces más peligroso un ducto de gasolinas que uno de gas. Además, “ordeñar” un ducto de este tipo es mucho más complicado, además de que la infraestructura para almacenarlo hace económicamente inviable la ordeña. Si consideramos que el 99% de los accidentes en gasoductos es por un daño infringido por algún sabotaje y lo complejo que es el sabotaje, el único peligro real es el “huachicoleo” que confunda los ductos y genere alguna fuga. Pero el daño sería mucho menor que cualquiera de los que actualmente se dan en la zona.
El asunto es que entre intereses de políticos de la zona del gasoducto, ignorancia de quienes promueven el movimiento y burócratas aleccionados sin criterio ni escrúpulos en la CRE mantienen en operación una central eléctrica que debería ya ser un museo y dejar de operar con ese combustible para dar paso a sistemas más eficientes y limpios.
Aguas, el freno a las inversiones no solo mantiene en operación esta termoeléctrica con la obvia contaminación que esto significa, sino que esto también mantiene costos más altos de energía para todos, con lo que el daño es económico y en salud.
Mientras, la salud de los capitalinos puede esperar.
Total, ya tenemos un sistema de salud nórdico y una economía en franco crecimiento, ¿verdad?
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