Observando cada día el mercado petrolero vemos cómo el rango de precios ha logrado estabilizarse entre los 70 y 100 dólares el barril. Pareciera que independientemente de la oferta y la demanda, lo que verdaderamente controla este comportamiento es el tema geopolítico, impulsado esta vez por el conflicto entre Rusia y Ucrania, el cual ya se ha extendido por un año y aún no se ven señales para su finalización.
Revisando la historia de los precios del petróleo desde el año 2005, cuando superó los 30 dólares el barril, vemos cómo este se ha triplicado alcanzando los 143 dólares en el año 2008 y, con excepción de los dos años críticos de la pandemia, la tendencia ha sido mantenerse sobre los 70 dólares, es decir, el doble que hace 20 años. Sin duda, el incremento en los precios del petróleo y gas ha tenido su efecto en la economía, lo cual se puede observar en el aumento de precios en la comida, gasolina y pasajes de cualquier tipo, especialmente los de avión, autobuses y taxis.
Adicionalmente hemos observado cómo la tecnología también ha jugado un rol en este cambio de escenario económico, especialmente en la agricultura moderna, la cual se ha convertido en un negocio que demanda mayor energía cada año para satisfacer su consistente crecimiento, produciendo alimentos transgénicos. Igualmente su capacidad se ha venido ajustando hacia la producción de biocombustibles.
Desde el punto de vista de la oferta y la demanda de hidrocarburos, existen varias razones que han contribuido a incrementar los precios y mantenerlos en los rangos antes mencionados. Además del crecimiento económico, también influyen la especulación de los mercados, las manipulaciones en la oferta de producción de países con grandes reservas, principalmente los miembros de la OPEP, el reclamo de accionistas de las empresas petroleras privadas para obtener el máximo beneficio económico, el incremento en el uso de energías alternas y, más recientemente, el impacto geopolítico de la guerra Rusia-Ucrania. Este tema geopolítico ha sido quizás el principal factor de los grandes incrementos de precios, desde la guerra del Yom Kipur en el año 1972.
Durante el año 2022 y lo que llevamos de este 2023, observamos que el precio se mueve en un rango que oscila entre los 70 y 100 dólares el barril. De igual modo observamos que, a pesar de incrementos de producción importantes, no se reflejaron grandes variaciones en los precios. Pareciera que la demanda ocasionada por el crecimiento económico de países como China y la India no pudieran ser satisfechos por la oferta y que los volúmenes cerrados por Rusia y la OPEP simplemente no están disponibles en el corto plazo; en otras palabras, no hay suficientes volúmenes para satisfacer la demanda.
El caso de Estados Unidos es diferente al de China y la India, pues la tecnología de pozos horizontales y el fracking le ha permitido explotar los hidrocarburos contenidos en lutitas (shales) que actualmente supera los 5 MMBPD. El país se ha venido desplazando consistentemente hacia su autoabastecimiento y la producción actual del orden de los 12 MMBPD ha reducido los volúmenes importados, considerando un consumo diario alrededor de 20 MMBPD.
Aparte de las lutitas como fuente de producción adicional, no se han descubierto en el mundo otras grandes acumulaciones en los últimos diez años, con excepción de Guyana, donde ExxonMobil ha superado ya los 15 MMBPE de reservas básicamente del bloque Stabroeky que apunta a producir más de 1 MMBPD en la próxima década.
El tema importante para reflexionar es si realmente hemos venido acercándonos al famoso pico de la curva de Hubbert, quien nos enseñó que el comportamiento de la producción de hidrocarburos no es infinita, pues con el tiempo las restricciones o limitaciones geológicas hacen más difíciles las condiciones de acumulación o la existencia de sistemas petroleros en el subsuelo y que, gracias a la tecnología, ese pico se ha venido desplazando año tras año; o es acaso solamente un juego geopolítico, el cual aparece periódicamente en el horizonte global para seguir justificando los incrementos de precios con base en crecimientos económicos marginales, que no justifican demandas, pero sí logran incrementar los precios de manera sostenida y desproporcionada.
“El tema importante para reflexionar es si realmente hemos venido acercándonos al famoso pico de la curva de Hubbert”.
¿Hasta cuándo será posible aceptar estas presiones ocasionadas por el costo de la energía que seguirá siendo fósil en las próximas tres décadas, a menos que algo inexplicable ocurra? ¿En qué momento el calentamiento global nos obligará a cada uno de nosotros a tomar acciones para ir reduciendo el consumo de energía fósil independientemente de las políticas gubernamentales? Quizá este es el dilema más importante desde los tiempos en los cuales este recurso fósil fue descubierto hace ya decenas de años.
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