En la última entrega dejé una serie de preguntas al aire sobre la refinación en México que vale la pena responder.
La realidad es que se puede reconfigurar el Sistema Nacional de Refinación, pero puede ser incluso más costoso que construir refinerías nuevas. Como ejemplo, solo la coquizadora de Tula cuesta más de dos mil millones de dólares (la cuarta parte de lo que dijeron que iba a costar Dos Bocas).
Pero ojo: construir o reparar refinerías genera costos que alguien pagará. Y se pagará de dos formas: directo, mediante precios más altos de la gasolina o con subsidios del gobierno, lo que significará disminución de recursos que deberían destinarse a salud, educación, seguridad, agua u otros. ¿Cuántos hospitales construiría usted con los dos mil millones de dólares de una coquizadora?, ¿cuántas escuelas se podrían modernizar con los más de 18 mil millones de dólares que lleva de gasto Dos Bocas?
Y si consideramos el alto costo y el periodo de vida que algunas refinerías tendrían, los montos que se debe inyectarles podrían terminar siendo un gasto, pues no tienen garantía de retorno, así que no podrían ser inversión.
Los resultados de la presente administración sugieren que lo que podría ser rentable si el gobierno quiere refinar más en plantas de su propiedad, sería comprar más refinerías en otro país, preferentemente en Estados Unidos, pero que operen bajo esquemas laborales diferentes al de Pemex. Para esto recordemos que Deer Park no tiene el exceso de empleados que las refinerías mexicanas.
Y para redondear esta idea expongo aquí una experiencia personal. En medio del debate por el cierre o no de refinerías, consulté con un amigo que se ha dedicado por décadas a dar servicios a refinerías nacionales y norteamericanas. Le pregunté si de acuerdo con su experiencia alguna refinería mexicana era rescatable y su respuesta fue demoledora:
–Si se privatizan, todas son rescatables. Si siguen en el mismo esquema de Pemex, ninguna.
Y entonces llego a conclusiones:
No parece que tenga sentido seguir gastando en mantener infraestructura que nos sale cara, contamina y no aporta beneficios a los mexicanos.
“No parece que tenga sentido seguir gastando en mantener infraestructura que nos sale cara, contamina y no aporta beneficios a los mexicanos”.
Si se va a usar dinero de nuestros impuestos, creo que es mejor hacerlo en transición del sector transporte, en desarrollar transporte público eléctrico de alta calidad y toda la cadena de suministro que requiere eso. Invertir para un sistema tan bueno que haga que la gente de mayores ingresos prefiera usar el transporte público, como en los países desarrollados.
Eso requiere transformar a Pemex en una empresa que genere energía limpia, que haga petroquímica, que produzca hidrógeno verde, se involucre en geotermia y contribuya con generación para el sistema eléctrico, pero se necesita capacitar a los trabajadores de las refinerías en este tipo de actividades que tienen futuro, no en la refinación que en 20, 30 o 60 años más cerrará, de manera que tiene los días contados y cada vez con menor uso.
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