En un mundo de caos climático es evidente la necesidad de acelerar la descarbonización de todos los sectores de la economía. El sector transporte, en particular el terrestre, es una de las fuentes más importantes de emisiones de carbono, contribuyendo con una cuarta parte de estas a nivel mundial. Si bien la electrificación del transporte terrestre no es la única manera de descarbonizar este sector, es la única que por el momento ofrece la tecnología que permite acelerar el proceso en esta década, evitando el aumento de la temperatura planetaria.
La electrificación del transporte se está acelerando en China, Europa y Estados Unidos, en donde circulan los casi 7 millones de vehículos eléctricos (VEs) que existen en el planeta. Puesto que los VEs pueden ser entre 30% y 50% más caros que los vehículos de combustión interna, sus ventas han prosperado en esos países debido al financiamiento de la infraestructura de carga, la existencia de subsidios a los consumidores y/o el desarrollo de políticas industriales para reducir el costo de las baterías y articular una cadena de suministro competitiva. China es el ejemplo más claro de lo anterior, pues lleva décadas invirtiendo en la creación de esta nueva industria. Ahí circulan 4.6 millones de VEs y se compra el 60% de nuevas unidades cada año. Varias leyes adoptadas por el gobierno de Joe Biden ilustran los esfuerzos de Estados Unidos por competir con China en este sector estratégico.
Países de ingreso medio llegan tarde a esta competencia, incluso aquellos que, como México, son jugadores globales en la producción automotriz. En nuestro país dicha producción está integrada a una cadena de suministro global, aunque casi la totalidad de los vehículos de exportación se dirigen a Estados Unidos. Este patrón continúa y continuará con la producción de vehículos eléctricos, algunos de los cuales ya se producen (Ford, BMW) o se producirán (GM, Tesla) en el país. Un reto en este sentido es cómo lograr que amplios sectores de la población mexicana se beneficien de la electrificación del transporte.
Aunque hay voces que reclaman los impactos ambientales del VE, bien por la extracción de minerales críticos, como el litio y el cobalto, o por la ausencia de una matriz limpia, habrá que recordar que los VEs son indispensables para impedir que los nuevos vehículos a combustión interna sigan creciendo. Se estima que dos terceras partes del incremento en las ventas de vehículos tendrán lugar en países como China e India, agregando 2 mil millones de vehículos a la flota global. Mientras se limpia la matriz energética, los VEs ofrecen muchos beneficios, como la reducción de los contaminantes más dañinos, mejorando la calidad del aire y por tanto la salud, y una reducción en el costo del mantenimiento del VE comparado con los vehículos de combustión interna. Los avances tecnológicos tan vertiginosos permiten visualizar la reducción del litio y el cobalto en las baterías que incrementarán el uso de sodio, que es menos inflamable y más abundante, o incluso el predominio del hidrógeno como fuente de combustible.
Una acción estratégica en la electrificación del transporte es el desarrollo de la infraestructura de carga, pues, según un análisis reciente del Banco Mundial, ésta puede ser seis veces más efectiva en la adopción de VEs que los subsidios a los consumidores. Estos últimos además son regresivos, beneficiando a un segmento de la población que cuenta con los ingresos para comprar un vehículo. En Estados Unidos, la construcción de estaciones de carga se ha multiplicado velozmente, aún antes de que el gobierno de Biden desembolse los 5 mil millones de dólares que prometió para la instalación de medio millón de estaciones en 75,000 millas de carreteras federales e interestatales. Gobiernos estatales y empresas privadas se han dado a la tarea de crear estaciones de carga con modelos financieros innovadores, como la renta de las estaciones a centros comerciales, tiendas y edificios. Según Bloomberg, gracias a esos esfuerzos hoy se puede cruzar Estados Unidos, desde Sacramento hasta Washington DC, en un VE por la Ruta 50, una de las menos transitadas en ese país.
Otra acción será considerar el VE como un componente crucial, pero no único ni excluyente, de un plan de movilidad sostenible más amplio. Por ejemplo, mientras avanza el desarrollo de las baterías haciéndolas más baratas, países como Brasil, India y Chile ya están electrificando vehículos de dos o tres ruedas, así como el transporte público, incluyendo taxis, autobuses escolares y flotillas de vehículos comerciales, a través de esquemas financieros innovadores. Una estrategia así en México permitiría también “democratizar” la manufactura, como sugiere el estudio del Banco Mundial. Dado que los VEs requieren menos componentes, aunque más digitalización, países como el nuestro pueden desarrollar vehículos de última milla o vehículos comerciales con tecnología propia, como ya lo están haciendo empresas como Megaflux.
“Una estrategia así en México permitiría también “democratizar” la manufactura”.
Podríamos imaginar la producción no solo del VE mexicano, como Zacua, sino la moto, el autobús escolar y los vehículos repartidores, como ya es el caso de los vehículos de Bimbo. Quizá los VEs más abordables para la mayoría de la población en México terminen siendo importados o producidos por productores chinos, quienes cuentan con apoyos gubernamentales y subsidios que les permite empezar a conquistar otros mercados a través del precio y la ausencia de regulaciones.
*/ Isabel Studer es Doctora y Maestra en Relaciones Internacionales de la Universidad de Johns Hopkins y Licenciada en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Fue Directora Ejecutiva para México y Centroamérica y Directora de Alianzas Estratégicas para América Latina, en The Nature Conservancy (TNC).
Además de su experiencia en el gobierno federal, en la AMEXCID, la SRE y la SEMARNAT, Isabel fundó y dirigió el Instituto Global para la Sostenibilidad en el Tecnológico de Monterrey.
Es Presidenta de Sostenibilidad Global y del Consejo de Iniciativa Climática de México, así como miembro del Consejo Asesor de una Economía Justa, Sostenible y Baja en Carbono del WRI Mexico, entre otros.
Tiene múltiples libros y otras publicaciones sobre América del Norte, la transición energética, el cambio climático y la sustentabilidad. Isabel es comentarista en diversos medios de comunicación sobre estos temas.
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