La Unión Europea se ha erigido como la gran defensora de los valores democráticos y de los Derechos Humanos, siendo un actor fundamental en la condena de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Sin embargo, su inacción frente a las importaciones de gas natural desde Rusia pone en entredicho la autenticidad de su postura pública, ya que, aunque ha condenado en una gran cantidad de ocasiones a los rusos, sigue teniendo negocios con ellos.
La falta de sanciones significativas sobre el gas ruso revela un dilema de fondo: la UE parece anteponer intereses económicos a su firme discurso ético y político. O tal pareciera que la necesidad del gas natural para poder funcionar es la que pone a este bloque de países entre la espada y la pared.
En su intento por equilibrar la seguridad energética y las presiones diplomáticas hacia Rusia por parte de todo el bloque occidental, la propia Unión Europea se ha enredado en sus propios compromisos. Mientras algunos Estados miembros abogan por un cese total de las relaciones gasistas con Rusia, otros, como Hungría, bloquean tales medidas. Esta división interna expone la falta de consenso y coherencia en la respuesta de Europa a la crisis en Ucrania.
“Esta división interna expone la falta de consenso y coherencia en la respuesta de Europa a la crisis en Ucrania”.
Aunque se están desarrollando mecanismos para bloquear a los exportadores rusos y bielorrusos, estos solo se aplican voluntariamente, evidenciando la reticencia de muchos países a tomar medidas firmes. Las empresas europeas con contratos a largo plazo con Gazprom o Novatek enfrentan el dilema de encontrar alternativas para el gas no suministrado, con el riesgo de incurrir en costos más altos en el mercado spot.
Mientras tanto, Gazprom y Novatek podrían aprovechar las divisiones europeas, ofreciendo condiciones favorables a aquellos países más dispuestos a flexibilizar sus posturas frente a la Comisión Europea sobre la invasión rusa a Ucrania. Esta situación mina los esfuerzos por establecer una postura unificada contra la dependencia energética de Rusia y permite a Vladimir Putin seguir teniendo influencia en la región.
El silencio de numerosos gobiernos europeos respecto a la imposición de sanciones al gas ruso a corto plazo sugiere una preferencia por evitar medidas drásticas que puedan perjudicar a sus economías. No obstante, esta postura pasiva es inconsistente con la presión que la UE pretende ejercer sobre Rusia y podría socavar su credibilidad internacional.
Es hora de que la UE actúe con coherencia, anteponiendo sus principios éticos e ideológicos a sus intereses económicos. Solo así podrá reclamar un liderazgo genuino y ejercer una influencia efectiva en el escenario global. Mientras tanto, la inacción frente a las importaciones de gas ruso no solo debilita su posición moral, sino que también pone en riesgo la estabilidad y seguridad energética de sus Estados miembros que, dicho por la propia Comisión Europea, con cifras de 2023 siguen dependiendo de casi 15% del total de sus importaciones de gas natural ruso, con miras a que este porcentaje vaya creciendo con el paso del tiempo.
La situación actual de Medio Oriente está aumentando la presión en todos lados. Hay que recordar que, a partir de la intervención en Ucrania, la UE ha buscado alternativas de suministro y una de ellas es Israel, quien se ha comprometido en suministrar gas natural licuado a la Unión Europea. Lo anterior, nos pone ante varias interrogantes, pero en especifico la de saber si en caso de guerra entre Israel e Irán, ¿la UE entraría a apoyar en el conflicto bélico a uno de sus nuevos socios energéticos?
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