Se supo que la reunión entre la Secretaria de Energía de Estados Unidos y el Gobierno de México no fue tan tersa como notificó su contraparte mexicana, ya que Granholm puso en la mesa los temas de preocupación para Estados Unidos derivado de la iniciativa de reforma eléctrica de México.
Sostuvo también, que Estados Unidos se mantendrá institucional, pero mostró los caminos que el gobierno que representa tomaría en caso de aprobarse, los cuales no son nada optimistas para México y, que además, se pueden olvidar de cualquier otra ayuda del gobierno estadounidense como la que otorgó en la compra de Deer Park. Toda una rompecorazones, literalmente.
El desencuentro
Nos cuentan que la iniciativa de reforma eléctrica fue presentada sin que la leyera previamente Manuel Bartlett. Vaya, que se dieron cuenta de los errores hasta que empezaron a salir las críticas por todos lados y el presidente le preguntó a Bartlett, quien no supo responder.
Se rumoró que hasta hubo un desencuentro entre el presidente y el director de CFE (ese que no hubo ni cuando lo agarraron con las escrituras de las casas en las manos) pero que el presidente, como “nunca se equivoca”, decidió dejarla así. Parece que es más importante cuidar la “perfección presidencial” que evitar los daños que la reforma causa al país.
Las joyas
El mismo debate dejó varios sinsentidos de los defensores de la iniciativa eléctrica.
Uno de los temas centrales para decir que la reforma no está contra las renovables fue la construcción del parque fotovoltaico de la CFE en Sonora, un complejo de 1000 MW, que costará mil 600 millones de dólares.
Presumen en CFE que este parque será el más grande de AL, pero hay otro de 800 MW, en Viescas, Coahuila, que costó 600 mdd. Es privado y solo 20% más chico que el de CFE, y cuesta la tercera parte. Los privados son más eficientes y ahí está la evidencia.