(Con la colaboración de Bernardo del Castillo)
La joya de la corona, la refinería de Dos Bocas, ya está más que abollada. El viernes 1 de julio afirmaron que ya estaba todo construido y que la planta iba a iniciar el periodo de pruebas.
Pero más rápido cae un hablador que un cojo: para el martes 5 de julio, la propia secretaria de Energía, Rocío Nahle, salió a la mañanera a “explicar” que lo que estaba concluido era la llegada de equipo –“todos los equipos críticos ya están en el sitio”–, o sea, ni siquiera han terminado la parte mecánica y, según se ve en los videos que se publican cada semana, falta todavía un buen tramo de obra civil menor… y la parte eléctrica casi en su totalidad.
Pongamos un ejemplo simple. Imagínese usted que le están construyendo su mansión, la que le va a presumir a sus amigos y de la que le dijeron que la iban a terminar el 1 de julio.
Se acerca la fecha de la inauguración y el contratista le dice: “¿Qué cree, mi jefe?, ya está todo…”.
Usted se emociona y responde: “Entonces voy mandando las invitaciones para la inauguración”.
“Híjole, mi jefe –le dice el maestro de obra–, sí ya está todo, pero todo el material. Nos falta terminar de echar unos colados, losas, los cables de la luz, la plomería, terminar la obra negra y luego los acabados”.
“Pero usted se aferra e inaugura su casa… en obra negra”.
Pero usted se aferra e inaugura su casa… en obra negra. No tiene gas, luz, agua o cañerías, pero usted se la presume a sus amigos en tremenda recepción. Es parecido a lo de la refinería, a la que nomás le faltan cientos de equipos menores (bombas, actuadores, interenfriadores, compresores, etc.), una obra de toma de agua, una central de cogeneración y miles de kilómetros de tubería y de cableado, que quién sabe cuándo se van a terminar.
Para darnos una idea: la refinería requerirá de 24 mil kilómetros de cable para montar. La circunferencia de la Tierra es de 40,009 kilómetros en el ecuador… Haga cuentas.
Hablando solo de tubería, montar una planta de refinación que va a procesar 340 mil barriles diarios de hidrocarburo –algún día– no es como montar la tubería de una casa.
Le cuento. Hay que instalar los tubos, alinearlos perfectamente y soldarlos o atornillarlos (piense en la cantidad de pernos y tuercas… todo suma). Muchos –muchísimos– se sueldan con materiales especiales que requieren de una inspección punto por punto con Rayos X para cerciorarse de que la soldadura es perfecta porque una fuga representa un peligro letal para una planta que funciona con presiones muy altas y con materiales inflamables. Para que quede claro, no se trata de echar agua con jabón para ver si salen burbujitas en la toma de la estufa. Se requiere toda una estrategia de tests y, si se detectan fallas, otra estrategia para corregirlas.
A esto se suma que la mayoría de los sensores y válvulas de toda la tubería deben contar con una instalación de fibra óptica para mantener un monitoreo adecuado del funcionamiento. Y si las válvulas son motorizadas (por ejemplo), también deben tener cableado eléctrico para hacer funcionar los motores.
Además, los diámetros de la tubería son muy distintos y, dependiendo de ello, hay que limpiar con agua a presión para sacar cualquier cosa que se pudiera haber quedado adentro (restos de soldadura, tierra, herramienta, ropa, basura, etcétera), secar con aire comprimido y luego inyectar nitrógeno y sellar en lo que el resto del sistema está listo. Las tuberías de vapor, además, deben pasar por una “limpieza química” y después “soplados de vapor” para dejarlas perfectamente limpias.
Y hay más. Toda la tubería que opera arriba de 50 ºC va forrada con lana mineral y con una cubierta metálica; la que no, va pintada con el color que corresponde al material que transporta, o por lo menos rotulada según la regulación que aplique, que debe indicar el material, el proceso, y la presión.
Todo eso se tiene que hacer en miles de kilómetros de tubería y, una vez que está terminado, y solo hasta entonces, se puede iniciar el periodo de pruebas.
Y esto es únicamente una parte. El camino para llegar al inicio del periodo de pruebas aún es muy largo, posiblemente 18 meses, y eso si no sucede nada raro.
“…no se entiende por qué la secretaria Nahle insiste en que puede ser en diciembre de 2022 cuando se procese el primer barril”.
Con estos datos se puede afirmar que la línea del tiempo nomás no sale y no se entiende por qué la secretaria Nahle insiste en que puede ser en diciembre de 2022 cuando se procese el primer barril.
Ahora viene la otra parte. El precio.
Hasta el momento, si comparamos la promesa original del presidente López Obrador, quien el 14 de mayo de 2019 aseguró que la refinería iba a costar ocho mil millones de dólares “y hasta un poquito menos”, resulta que la cuenta ya va 50 por ciento por arriba de lo programado; es decir, la friolera de 12 mil millones de dólares. Por lo que se puede apreciar, el proyecto todavía no llega al 45% de construcción.
Como toda infraestructura, se tiene que sumar el costo del material más la mano de obra. Si la construcción en el mejor de los casos va a la mitad y ya se pagó todo el equipo necesario, falta pagar, al menos, la otra mitad de la mano de obra, más contingencias (sustitución o reparación de equipos defectuosos o dañados, modificaciones por cambios de ingeniería, materiales adicionales, etc.), y todavía no hemos considerado la posibilidad de daño a un equipo durante la etapa de pruebas, que siempre existe, y que es un evento que, además de retrasar todo, tiene costos muy altos.
“Las cuentas no salen y la transparencia no es precisamente el fuerte del desarrollo de la Refinería ‘Olmeca’”.
Las cuentas no salen y la transparencia no es precisamente el fuerte del desarrollo de la Refinería “Olmeca”. En el lejano 2019, la calificadora internacional Moody’s advirtió que la refinería podría costar entre 10 mil y 12 mil millones de dólares, mientras que Bloomberg recientemente señaló que el costo está alrededor de 18 mil millones de dólares, por encima de lo reconocido hasta el momento por el mandatario mexicano.
Esta cuenta todavía no incluye el costo del ramal ferroviario que conectará al puerto de Dos Bocas con el resto del sistema ferroviario nacional, principalmente con el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec y con el Tren Maya.
Tampoco incluye la conexión de la planta con el gasoducto Texas-Tuxpan, que apenas anunciaron durante la inauguración de la refinería, y mucho menos el presupuesto para los ductos, si es que deciden hacerlos, para transportar los petrolíferos fuera de la refinería y hacia el resto del país.
En fin, la cuenta todavía tiene demasiados costos ocultos que muy probablemente podremos desenmarañar en los meses –y años– venideros. A Dos Bocas le queda mucha, mucha cuerda.