“Es el cambio, el cambio continuo, el cambio inevitable, el factor dominante de la sociedad actual”. Esta frase, pronunciada continuamente por académicos, políticos y profesionales, pocas veces se menciona como cita del escritor ruso-estadounidense Isaac Asimov, quien fue profesor de Bioquímica de la Universidad de Boston y conocido por ser autor de diversas obras de ciencia ficción.
Aunque a menudo esta cita se asocia a temas sociales, políticos y económicos, mantiene vigencia absoluta para asuntos relacionados con cualquier institución pública u organización empresarial. Expertos en el tema de desarrollo organizacional nos explican que es nuestra respuesta al cambio lo que determina el futuro. Podemos abordarlo de una manera franca y decidida o elegir ser víctimas de este. En el mundo competitivo de hoy, donde las ideas e innovaciones se mueven a la velocidad de la luz, es vital entender el sentido de urgencia de los cambios y que cuando se trata de competir con nuevas prácticas o tecnologías, en ocasiones “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.
En estos tiempos post pandémicos y de transición energética, dicho sentido de urgencia debe ser un valor organizacional para las empresas e instituciones, una mejor práctica, la cual debe incluirse en el manual de orientación que se proporciona a los nuevos empleados. Esa práctica organizativa debe ofrecer una hoja de ruta y mostrar cómo navegar con éxito las corrientes del cambio, ayudando a elaborar una respuesta oportuna y apropiada ante situaciones adversas, además de facilitar las herramientas y técnicas para iniciarlo y abordarlo. Adicionalmente debe mostrar la importancia de la proactividad y firmeza para exponer nuevas ideas de manera fundamentada, así como generar el ambiente laboral para que estas sean comunicadas de manera auténtica, clara y concisa.
“En estos tiempos post pandémicos y de transición energética, dicho sentido de urgencia debe ser un valor organizacional”.
El fundamento del sentido de urgencia se origina en el famoso concepto de “destrucción creativa” y de la escuela de pensamiento “si no está roto, romperlo” del economista austriaco Joseph Schumpeter. Dichos conceptos impulsan una filosofía de creación e innovación continua, cuestionado lo existente y proponiendo mejoras válidas y viables económicamente, entendiendo que toda propuesta debe crear valor para la organización por cualquier vía: efectividad, eficiencia, o productividad.
A lo largo de la historia corporativa hay muchos ejemplos de empresas que han desaparecido por no entender y responder adecuadamente a cambios en su entorno de negocios y ello suele ocurrir, entre otras razones, por su apego al statu quo, al confort que, cual elixir, adormece la voluntad e iniciativa individual y grupal convirtiéndose en un enemigo silente y mortal en las instituciones. Crear el sentido de urgencia debe ser el primer paso en todo proceso de transformación.
Ahora bien, no todas las personas coinciden en su percepción y el conocimiento acerca de los cambios y su naturaleza, y ello genera su respuesta. Algunos adoptan conductas de víctima, otras de desapego, otras de rechazo, generando en todos los casos resistencias que afectan el clima y el desempeño y obstaculizando cualquier iniciativa de mejora. Por ello el aspecto cultural es el elemento fundamental para considerar en el desarrollo del sentido de urgencia en toda organización. Las experiencias, por ejemplo, de empresas internacionales con base en vivencias experimentadas en países de Latinoamérica, el Caribe y África así lo muestran. La complacencia, el ego desmedido y la falsa solidaridad, entre otras, se han reportado como las mayores barreras en estas culturas.
México no escapa a esta realidad, pues muchas instituciones carecen del sentido de urgencia indispensable a pesar de contar con gente talentosa y preparada. Entender las prioridades del país y de los sectores sustantivos de la economía es critico para impulsar este concepto. Mantener constancia de propósito en los proyectos y programas en desarrollo debe ser una práctica en todas las instituciones. Revisar, cuestionar y cambiar aquello que no agrega valor debe destruirse creativamente, remplazándolo por procesos y productos más valiosos.
Del mismo modo, el concepto de productividad sigue siendo una tarea pendiente. Mientras esta se vea como enemiga del empleo solidario, simplemente no avanzará. Mientras consideremos el uso de recursos humanos ilimitados en tareas manuales sencillas, no avanzaremos. Mientras no se incremente la matricula educativa en todas las regiones del país, iremos promoviendo un sentido de supervivencia que compite con el sentido de urgencia, y todo lo anterior convierte a lo urgente en, simplemente, la tarea de sobrevivir cada día.
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