Este artículo fue realizado con el apoyo de Rocío Castillo Saro*
Al presidente de México los informes se le han hecho una costumbre trimestral, y todo pareciera indicar que sigue la máxima de la repetición. A lo largo de cuatro años, Andrés Manuel López Obrador ha dado nueve diferentes discursos a la nación, que él mismo ha bautizado de diferentes formas.
A lo largo de todos ellos hay mensajes claves que parecen repetirse una y otra vez, con una narrativa basada en “otros datos” que contrastan con una realidad que, llegado el momento, es imposible negar.
“Cuando llega la fecha de uno de los tantos informes, puede haber una sensación similar a las reuniones familiares de fin de año, donde va toda la familia, muchas veces sin ganas, a departir por unas horas”.
Cuando llega la fecha de uno de los tantos informes, puede haber una sensación similar a las reuniones familiares de fin de año, donde va toda la familia, muchas veces sin ganas, a departir por unas horas.
En esas tertulias nunca falta el tío que cuenta la misma historia una y otra vez durante la Navidad, cuando recuerda la anécdota del mismo día, pero de 1975, a veces la adereza un poco, a veces le pone más detalles, a veces se los quita, pero el mensaje de fondo es el mismo.
Claro, siempre hay quienes le ponen la misma atención y le creen de cabo a rabo… pero también hay quienes voltean los ojos y prefieren sumergirse en su bebida y pensar en las otras mil cosas que podría estar haciendo en ese momento.
En el caso del presidente, quien en esos nueve informes ha sumado más de 10 horas de discurso, hay cuatro ejes en común, que no han dejado de repetirse.
El primer caso es el del famoso “combate al huachicol”, ese mismo que a principios del año 2019 causó un desabasto durísimo que obligó a los mexicanos a formarse durante horas para conseguir gasolina.
El 11 de marzo, cuando su gobierno cumplió los primeros 100 días, el mandatario presumió la modificación del artículo 19 de la Constitución para tipificar como delitos graves, entre otros, el robo de combustible.
“El combate al robo de combustible nos permitirá ahorrar este año 50 mil millones de pesos”, dijo también en el lejano 2019.
En julio de ese mismo año reiteró: “Se redujo el robo de combustibles en 94 por ciento; y con eso nos vamos a ahorrar 50 mil millones de pesos. Se resolvió el problema de abasto de gasolinas y, como ya dijimos, prácticamente se acabó con el famoso huachicol”.
La historia se repitió en septiembre de 2019, el 1 de diciembre de 2020, abril de 2022 y septiembre de este año, con ligeras variaciones sobre los ahorros y el costo que tenía para Pemex el robo de combustibles.
El segundo caso corresponde a la autonomía en combustibles. En su informe de julio de 2019 el mandatario refirió que se inició con la rehabilitación de las refinerías de Tula, Salamanca, Madero y Cadereyta, así como la construcción de la refinería de Dos Bocas, en Tabasco, misma que supuestamente, iba a estar lista en julio de este año.
Todo esto con el fin de eliminar la dependencia del país de la importación de combustibles. La historia ya la conocemos, Dos Bocas todavía está muy lejos de concluirse, después de la fecha fatal establecida por el mandatario mexicano: el 1 de julio de 2022.
“En julio del año próximo se terminará también la nueva refinería de Dos Bocas, Paraíso, Tabasco, con capacidad para procesar 340 mil barriles diarios. Cabe recordar que, desde hace 42 años significativamente, desde el inicio del periodo neoliberal, no se había construido una nueva refinería en nuestro país. La última fue la de Salina Cruz, Oaxaca, que empezó a operar en 1979”, reiteró durante su discurso de julio de 2021.
Sin embargo, el mandatario evitó el tema del presupuesto destinado a la planta Olmeca que se sigue construyendo en su estado natal.
Pero para que no quede duda de la diferencia entre lo prometido y la realidad, en mayo de 2019, el mandatario dijo en una de sus conferencias matutinas que la refinería iba a costar ocho mil millones de dólares, “y hasta un poquito menos”. El reporte oficial del Cuarto Informe de Gobierno nos arroja que hasta el 1 de julio de este año, se habían gastado 10 mil 341 millones de dólares, entre presupuesto y el Impuesto al Valor Agregado, claro, eso sin contar los seis mil 500 millones de dólares adicionales que autorizó el Consejo de Administración de Pemex para el resto del año apenas en agosto y que serviría para, según el propio mandatario, “comprar equipos que no se habían previsto” y que son necesarios para echar a andar la planta.
A ojo de buen cubero, el sobrecosto de la refinería ya rebasó el 100 por ciento si se considera la promesa inicial del mandatario.
A ojo de buen cubero, el sobrecosto de la refinería ya rebasó el 100 por ciento si se considera la promesa inicial del mandatario.
El tercer eje relativo al sector energético del que López Obrador habla incesantemente en sus discursos es el combate a la “mal llamada Reforma Energética”. Los reclamos de intentos de privatización y supuesto desmantelamiento de Pemex y la Comisión Federal de Electricidad son sus temas predilectos.
“El proceso de desmantelamiento y pillaje en este sector se profundizó y buscó legalizarse con la llamada Reforma Energética, que ha resultado un rotundo fracaso”, dijo en marzo de 2019.
“Baste decir que, a cuatro años de su aprobación -y ahí están los datos, esto no es un asunto ideológico o político, es de juicio práctico- a cuatro años de la aprobación de la Reforma Energética se redujo la inversión pública y privada en el sector, se produce menos petróleo crudo, se producen menos gasolinas, menos productos petroquímicos, se genera menos electricidad, aumentaron los precios de los combustibles, los ingresos de la hacienda pública por petróleo y electricidad disminuyeron”, refirió.
Palabras más, palabras menos, este mensaje se ha repetido en cinco de los nueve mensajes a la nación del actual mandatario.
El corazón de este discurso se plasmó en dos iniciativas de reforma diferentes. La primera de ellas, la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica, que fue aprobada por mayoría simple en el Congreso de la Unión, pero que en su mayoría se mantiene -al menos en el papel-, congelada por el Poder Judicial de la Federación, que analiza una avalancha de amparos interpuestos por empresas y la sociedad civil.
La segunda fue la iniciativa de Reforma Constitucional sobre el mismo sector, misma que fue rechazada en las cámaras, debido a que requería una mayoría calificada para su aprobación.
El cuarto y último es mantener los precios de la gasolina y la electricidad por debajo de la inflación, pero en este discurso le tendríamos que poner un asterisco muy grande, porque habría que remontarnos al 1 de diciembre de 2018.
Ahí, en la plancha del Zócalo, ante miles de mexicanos, prometió bajar, sí, así como usted lo lee, bajar los precios de la gasolina.
Ya cuando entró, cambió las palabras y dijo que no iban a subir, después lo volvió a modificar y dijo que no iban a subir en términos reales, es decir, más que la inflación, negando a cada paso la declaración anterior.
Dicen que repetir una idea lo convierte automáticamente en verdad, pero también dicen que los datos matan relatos. Y la realidad ha sido dura con el gobierno mexicano que a cada paso ha hecho pagar a los mexicanos con consecuencias que van desde el desabasto de combustibles, hasta potenciales y muy dolorosos aranceles por el cambio de política energética del país.
El tiempo será el juez, pero hasta ahora, Cronos no le ha dado la razón a López Obrador.
*Licenciada en Relaciones Internacionales por el ITAM y maestra en Política Económica Internacional por la Universidad de Sussex (Inglaterra) y Sr. Consultant en Perceptia21 Energía.
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