Mientras el sector eléctrico mundial celebra la digitalización del sistema como el ideal a seguir, pocos advierten que cada paso hacia la electrónica es también un paso lejos de la inercia física. Lo que se presenta como evolución inevitable, la sustitución de máquinas rotantes por convertidores electrónicos y de masa por algoritmo, es en realidad una transición hacia una red distinta, más rápida, eficiente, pero también más frágil.
La historia eléctrica no comenzó con bits sino con masa girando. Durante más de un siglo, los generadores síncronos ofrecieron algo más que energía: estabilidad, orden y sincronía. En cada megawatt producido existía una reserva cinética silenciosa, capaz de oponerse a perturbaciones sin esperar instrucciones de software. Hoy, ese amortiguamiento natural ha sido reemplazado por un modelo electrónico que intenta reproducirlo: el grid-forming inverter.
Simulación de estabilidad y vulnerabilidad inédita
El término grid-forming sugiere que un inversor puede “formar” una red, pero en realidad solo simula estabilidad mediante controladores de alta velocidad que inyectan potencia de reserva ante caídas de frecuencia. Mientras los sistemas de comunicación, sensado y control funcionen correctamente, frecuencia y voltaje se mantienen estables.
Estos equipos dependen de infraestructura paralela al sistema eléctrico que mantiene coherencia digital y flujo de datos. Si esa cadena se interrumpe por desincronización, pérdida de comunicación o error de control, el inversor queda sin referencia. A diferencia de una máquina síncrona, no tiene inercia para sostenerse: solo calcula qué hacer, y ese cálculo requiere tiempo y datos fiables.
Esa dependencia total de la electrónica crea una vulnerabilidad inédita. La coherencia del sistema pasa a depender del software. Un fallo de firmware, un error de medición o una ciberintrusión pueden causar no solo pérdida de control local, sino colapso instantáneo del conjunto.
La desaparición del amortiguamiento físico
La eliminación progresiva de masa rotante implicará, tarde o temprano, la pérdida de la reserva cinética que ha dado estabilidad a la red por más de un siglo. En una máquina síncrona, la inercia almacenada en las masas giratorias suaviza variaciones de frecuencia y tiempo. Si desaparece, las oscilaciones serán más rápidas, agudas y difíciles de amortiguar.
“La eliminación progresiva de masa rotante implicará, tarde o temprano, la pérdida de la reserva cinética que ha dado estabilidad a la red por más de un siglo”.
Paradójicamente, la red moderna podría volverse más precisa en mediciones pero menos tolerante a errores. La antigua red mecánica era más lenta pero contenía sabiduría, una reserva física que protegía al sistema de sí mismo. La red actual, basada en controladores digitales, podría dejar de perdonar desviaciones mínimas.
Por primera vez en la historia eléctrica, el arranque negro, el reinicio de una red caída, tenderá a depender cada vez más del código y no de la mecánica. Esa sustitución gradual de procedimientos físicos por software hará que la confiabilidad deje de ser propiedad inherente y se convierta en probabilidad estadística.
Las redes eléctricas no son todas iguales
Los sistemas nacionales, operados por entidades como CENACE, REE o PJM, son organismos de sincronía colectiva. No pueden detenerse ni reiniciarse, y su misión es mantener coherencia entre cientos de generadores y millones de cargas. En ese contexto, cada megawatt “virtual” de inercia exige precisión extrema en control, ciberseguridad y regulación. Una falla de software no es un incidente aislado: es pérdida de coherencia sistémica.
Como en una subestación donde un interruptor pierde corriente de control y no tiene mecanismo de disparo cargado, el sistema queda bloqueado. Ahora imaginen el “cerebro” de un inversor en esa condición, inmóvil, mientras la red espera su respuesta.
Las redes industriales o privadas operan bajo otra lógica. Una mina, planta o centro de datos pueden aislarse, reiniciarse o detenerse sin colapsar su entorno. En esos casos, un BESS o inversor grid forming aportan valor real: control de picos, ahorro en demanda y continuidad local. Pero si fallan, el impacto se limita al perímetro.
El error conceptual y político ha sido extrapolar ese éxito local al ámbito nacional. Una cosa es sostener un centro de datos, otra la frecuencia de todo un país. Una cosa es reiniciar un servidor, otra restablecer un apagón nacional.
Reproducción digital de la imperfección física
El mundo de los sistemas eléctricos de potencia parece haber confundido eficiencia con resiliencia. La obsesión por el control electrónico ha creado un espejismo de seguridad: mientras más sensores, algoritmos y datos, mayor sensación de dominio. Pero la estabilidad no se decreta desde una interfaz gráfica, se construye con energía cinética, materiales, disipación y tiempo.
El sistema eléctrico opera con una arquitectura imperfecta pero estable. Hoy se busca reproducir digitalmente esa misma imperfección, como si la estabilidad emergente de la materia pudiera codificarse sin pérdida.
Cuando los sistemas fotovoltaicos grid-following sean reemplazados por versiones grid-forming con baterías integradas, la aparente sofisticación podría ser, en realidad, una simplificación peligrosa: un sistema que confunde simulación con sustancia.
La lectura inevitable
Hoy se construye una red que funciona cada vez más como sistema electrónico y menos como máquina física. Ese cambio altera la naturaleza misma de la estabilidad. Lo que antes era equilibrio natural entre fuerzas ahora depende de coherencia digital de millones de líneas de código.
La inercia ya no gira, se programa. Y lo que se programa puede fallar. Cuando el software deje de sostener la sincronía y los controladores no encuentren referencia, no faltará energía solar ni eólica: faltará realidad física.
Conclusión
Hoy el grid-forming es aceptado como una solución incuestionable, aunque pocos se atrevan a preguntar qué ocurre dentro de esa caja negra. Mientras más sofisticado el control, más incierta su reacción cuando algo sale mal.
La red del futuro podría no colapsar por falta de energía, sino por alucinación electrónica.

*/ Dr. Jesús Pámanes Es ingeniero eléctrico especializado en la operación y estabilidad de sistemas de potencia. Inició su trayectoria en la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y más tarde en el Centro Nacional de Control de Energía (CENACE), donde fue director y creó el sistema de capacitación virtual, primero como Campus Virtual en CFE y posteriormente como Universidad Corporativa del organismo ya independiente. Actualmente lidera Pámanes Consulting, firma dedicada a soluciones energéticas para la industria y el sector eléctrico. Es autor de libros sobre liderazgo y educación técnica, y promotor de la innovación en el sector energético.
LinkedIn: Jesús Pámanes Sieres
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