Artículo escrito por David Madero Suárez * y Javier Estrada Estrada
La modernización de la economía mexicana, aunque incompleta, busca incrementar la prosperidad de la población. Para lograrlo requiere incrementos sostenidos en productividad, los cuales son poco probables de no existir una oferta segura de energía, a precios razonables y compatible con la obligación global de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
En el corto y mediano plazo, la seguridad de suministro de energía requiere que el país cuente con plena continuidad de abasto de gas natural (GN) que se ha convertido en la primera fuente de energía utilizada en México. No solo dependemos del GN de forma desproporcionada, sino que entre el 60 y el 70% proviene de importaciones de EE. UU., particularmente de Texas.
Ante esta realidad, nos deben preocupar las interrupciones que, en un momento de apremio en la operación, por ejemplo, por eventos climáticos –como ya ha sucedido– se reduzca de manera aguda el suministro a México. La vulnerabilidad es grande porque se ha perdido mucho tiempo sin detonar la construcción de un solo almacenamiento de GN de gran escala dentro del país.
“La vulnerabilidad es grande porque se ha perdido mucho tiempo sin detonar la construcción de un solo almacenamiento”.
Es poco lo que hoy se puede hacer ante una caída repentina en las importaciones de GN: de manera inmediata se reduce el gas de empaque que debe contener el sistema de gasoductos y se incrementa el volumen de regasificación en las terminales de GNL que existen en ambas costas. Lo primero se acaba muy rápido y lo segundo es insuficiente y caro. El país requiere almacenamiento subterráneo en el centro y quizás también cerca de la frontera para mover mayores volúmenes hacia el centro y occidente cuando viene una interrupción del abasto desde el norte.
El problema sería menor si se hubieran detonado más proyectos de exploración y producción (E&P) de gas no asociado, convencionales y no convencionales. En los últimos años la oferta de GN del país creció modestamente a 4.1 mil millones de pies cúbicos diarios (MMMPC/d) en 2022, los cuales en mayor parte se destinaron al autoconsumo del sector petrolero. Las inyecciones al Sistrangas fueron de 1.6 MMMPC/d, lo cual solo cubre una fracción de las necesidades de los demás usuarios. Desde 2019 se han aprobado planes de E&P, fundamentalmente operados por Pemex, que provocan un optimismo moderado. Habrá que valorar si logran agregar GN más allá del sector petrolero.
Quizás es más importante lo que no se está haciendo o se dejó de hacer. La participación del esfuerzo de privados, a su propio riesgo, se ha reducido. Esto a pesar de que tenemos todos los elementos en la ley y en las instituciones para impulsar el crecimiento de las reservas y la producción de hidrocarburos a través de licitaciones para asignar contratos a empresas dispuestas a invertir.
Hoy persiste la incertidumbre respecto a la oferta de GN. La prospectiva de GN 2023-2037 publicada por SENER en enero de este año contiene escenarios de producción a 2037, crecientes todos, pero con un rango de 2.4 MMMPC/d en la inyección nacional a los gasoductos, entre su escenario mínimo y máximo. Esas proyecciones son optimistas porque asumen medidas para fortalecer a PEMEX y contar con los recursos presupuestales para retomar y desarrollar descubrimientos con elevado potencial.
Las apreciaciones a 2037 deberían reconocer que la producción de GN de PEMEX seguirá compitiendo con la extracción de crudo que le es mucho más rentable. La incertidumbre complica el ejercicio de planeación y parece poco probable que un incremento de la oferta nacional de GN llegue a aumentar la seguridad de suministro de manera importante.
Aguas abajo, el transporte no será la principal limitante. Ya no se requieren grandes proyectos, dado que en los últimos doce años se ha construido capacidad de importación y de transporte del norte al centro, occidente y sur de México (más de 50% de incremento en kilómetros de gasoductos). Lo que queda por hacer es sacar el mayor provecho de la infraestructura con la que se cuenta. Se trata de puntos de confluencia, libramientos a zonas urbanas, expansiones agrandes ciudades, bidireccionalidad, interconexiones con privados, almacenamientos diversos y ramales a terminales de regasificación y licuefacción.
De hecho, en la tercera revisión del Plan Quinquenal de Expansión del Sistrangas 2020-2024, anticipando un incremento en la demanda en el corto plazo de 0.5 MMMPC/d, se enlistaron cabezales de regulación, interconexiones, reconfiguraciones, compresoras y libramientos por un más de 230 millones de dólares. Adicionalmente, hay que considerar las inversiones privadas en ductos, compresión y terminales de licuefacción que ya no se están incluyendo en el Plan Quinquenal pero que realizarán diversas empresas privadas para llegar a nuevos consumidores o exportar GNL.
El próximo gobierno tendrá que atender una larga lista de pendientes que urge solucionar para dar al país la seguridad de suministro en GN a un precio razonable. Solo así será posible alcanzar mayores eficiencias productivas, acelerar la transición energética y no detener los procesos de integración comercial con EE.UU. y Canadá.
El reto empieza por incrementar la producción nacional de GN y sigue por generar un plan de optimización de la infraestructura y la regulación para: atender la demanda del país con ductos de menor escala; dar mantenimiento a la infraestructura actual; hacer más eficientes las interconexiones y capacidades de compresión; crear capacidad de almacenamiento estratégico, operativo y comercial dentro del país; facilitar la construcción de terminales de licuefacción para atender la demanda asiática y europea; profesionalizar más el gestor técnico y al regulador sectorial con la adopción de estándares internacionales, sistemas para interactuar con sus clientes, transparencia, cargos por desbalances, acceso abierto no indebidamente discriminatorio, así como ofrecer más contratos de capacidad en base firme a largo plazo, y desarrollar mercados primarios y secundarios de molécula y capacidad.
A la vez, el reto compartido con el resto del mundo será abatir al máximo las emisiones de metano y la quema de GN. Sin duda la presión crecerá para todos los países. El desafío tecnológico es importante. Se avanzará con inversiones oportunas y con reguladores capaces de generar el cumplimiento de las reglas.
Para contar con GN que mitigue o elimine todas las emisiones de metano en su cadena de valor se generarán incrementos en los costos medios y marginales de su explotación, procesamiento, transporte, almacenamiento y distribución. Éstos provocarán que el GN suba de precio antes de sumar los impuestos al carbono que tendrán que pagar los combustibles fósiles.
Por otra parte, los mayores costos e impuestos al GN podrán compensarse en la industria y en el sector eléctrico, con incrementos en mayores porcentajes de eficiencia energética que deberán alcanzarse en los procesos térmicos industriales y en las plantas de generación eléctrica de ciclo combinado a base de GN, así como en aplicaciones y equipos que sustituyan el uso de carbón o petrolíferos.
*/ David Madero es socio de Simplificado Punto SC, economista. Cuenta con 30 años de experiencia en el sector público de energía y financiero. Fungió como Director General del CENAGAS.
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