La transición energética hacia las renovables para proteger al planeta del calentamiento global es un proceso irreversible. Está instalada en el ideario de la población mundial y las políticas públicas para hacer este tránsito se encaminan en esa dirección. El 2020, en plena pandemia, los europeos apostaron por el hidrógeno; Estados Unidos, con los demócratas, comenzó a frenar actividades en hidrocarburos y a fomentar las energías renovables, mientras que China se comprometió a ser carbono neutral al 2060.
Sin embargo, el planeta sigue creciendo en dos vectores. La población mundial para el 2050 será de 9.7 billones de habitantes contra los 7.7 billones actuales, un crecimiento anual de 3%. Más aún, todos los países del globo ansían crecer sus economías lo más posible para otorgar mayor bienestar a sus ciudadanos. Crecimiento económico y vegetativo, una mezcla explosiva para la demanda de energía.
“…los subsidios son perversos y, temprano o tarde, cobran factura…”
Desde mediados del 2021 estamos con un inusitado incremento de precios de materias primas y también de gas natural y petróleo. En enero el petróleo WTI (West Texas Intermediate) estaba en 52 dólares por barril (USD/b) y a octubre alcanzaba los 80 USD/b promedio, un incremento de 5% mensual. De la misma manera, el marcador de gas natural para Asia (JKM) subió de 9.0 dólares por millón de BTU (USD/mmBTU) promedio en enero a más de 20 USD/mmBTU en octubre.
Más población, más crecimiento económico y más restricciones a la producción de petróleo y gas natural pueden llevar los precios a donde no deseamos. Las energías renovables intermitentes no están preparadas para esto.
Los pronunciamientos de los presidentes de la Unión Europea, del presidente Biden de EE. UU.y de muchos otros mandatarios se han dejado sentir ante las protestas de su población por los incrementos en los precios de la energía y de la inflación. En varios países latinoamericanos acontece exactamente lo mismo, en especial en los que los combustibles acompañan los precios internacionales y no están subsidiados. En aquellos donde todavía se practican rígidos e inamovibles subsidios no pasa nada aún, todos contentos, porque los fondos del Estado están ahí, pero no son eternos.
El mejor ejemplo es Venezuela, que practicó perversos subsidios por varios años y le cobraron factura. Está camino a una transición energética pero a la leña y, paralelamente, por debajo de la mesa, a un neoliberalismo secante. Hay una dolarización casi absoluta, se han dejado de controlar los precios; hay privatizaciones por debajo de la mesa y se ha abierto el mercado para importar y comercializar derivados del petróleo a precios internacionales y en libre competencia. Así es para los que pueden pagan precios internacionales y, para los que no pueden o no quieren, hay tres días de cola en una estación de servicio.
Los elevados precios de los hidrocarburos hacen mucho más rápida la transición energética a las renovables. Afortunadamente, la tecnología de por medio ha caído en costos y precios mucho más rápido de lo que anticipó la industria, de manera que las energías renovables se están volviendo rápidamente más económicas y competitivas que sus pares fósiles.
Lo que sí nos acompaña aún es su intermitencia. Por el momento, mientras las baterías de almacenamiento y el hidrógeno no reduzcan sus costos drásticamente, el gas natural será el energético de transición y de respaldo para esta intermitencia. Gas inflexible es el término de moda. Por lo tanto, su exploración y producción no puede ser penalizada ni paralizada como se está tratando de hacer, peor si debe substituir ingentes cantidades de generación con carbón.
Ahora bien, ¿qué pasa en países con fuertes subsidios a los hidrocarburos? (gas LP, gas natural, diesel, gasolina, etc.), como varios en nuestra región. El ingreso de las renovables para que los usuarios finales puedan optar por generación distribuida con paneles solares o turbinas eólicas no genera ahorros para realizar la inversión. No es rentable.
Tampoco el sector privado podrá realizar inversión para los sistemas integrados más grandes de generación porque no podrían despachar, a no ser que se les den tarifas o despachos preferenciales. Por lo tanto, cuando vemos las inversiones estatales en renovables es que los estados siguen de una u otra manera subsidiando.
Moraleja, los subsidios son perversos y, temprano o tarde, cobran factura, como observamos en Venezuela. Sin subsidios el camino está llano para invertir. En los que no, los sectores productivos, comerciales y los ciudadanos deben analizar alternativas de inversión en energías renovales, ya no con la idea de ahorro, sino con la señal de que en breve la transición es a la leña o a precios internacionales, guste o no guste.