México asistió a la COP27 y aumentó su meta de generación de energías limpias a 2030 a 35 por ciento de la matriz energética, un objetivo ambicioso, pero sin ton ni son. Si bien el gobierno mexicano está buscando que Estados Unidos financie la construcción de cinco parques fotovoltaicos en el territorio nacional, no hay mucho más en la estrategia para cumplir ni cómo desahogar la energía.
Pero la cosa se pone peor cuando la CRE publica el oficio por el que establece los requisitos para la adquisición de Certificados de Energías Limpias (CEL) para 2023.
Este documento, responsabilidad de la Sener, pone las bases para incrementar las obligaciones para la energía limpia en el mercado eléctrico y para 2023, el regulador mantuvo en 13.9 por ciento el requisito de los CEL.
Esta historia tiene varios puntos: el primero de ellos es que va en contra de la Ley de Transición Energética que establece un crecimiento constante en el límite inferior.
El segundo punto es que fue la administración anterior, en el ya lejano marzo de 2017, la que estableció las obligaciones para los años 2020, 2021 y 2022.
El tercer punto va de la mano con el anterior: la Sener, de Rocío Nahle, no actualizó los requisitos, pareciera, tal vez, que no es una prioridad en la agenda de la secretaria elevar las energías renovables.
Problemas de infraestructura
En Pemex siguen los problemas de infraestructura, donde ahora no nada más son los poliductos, las víctimas de incidentes y vandalismo.
Ahora el crimen atacó presuntamente un ducto de gas en Acambay, Edomex, lo que desembocó en un incendio.
Además, en Nanchital, hubo una fuga de amoniaco en el ducto que corre de Cosoleacaque a Pajaritos. El problema es que Pemex no informa de los incidentes y menos de sus consecuencias.
Los reportes nos llegan por redes sociales y esto ocurre mientras los índices de accidentes llegan a sus niveles más altos del sexenio.
Futuro incierto
El futuro de la economía mundial está íntimamente ligado al sector energético, pero el panorama en el corto plazo luce complejo.
La OCDE advierte que la crisis energética está lejos de terminar y, por ello, el crecimiento económico puede verse afectado.
A esto se suma el verdadero problema: la inflación de la energía y sus consecuencias, que ahí, más allá de gobiernos, la sienten nuestros bolsillos.
Mientras tanto, los gobiernos buscan apaciguar al mercado petrolero con medidas diferentes, que hasta el momento no han dado resultados que puedan proyectarse a largo plazo.
Un factor adicional es la guerra entre Rusia y Ucrania, que seguirá empujando la inestabilidad y a la que los especialistas todavía no le ven una solución rápida.