El gobierno de la 4T margina la inversión privada directa en energía y quiere demoler las reformas del sexenio pasado, sustituyéndolas con esquemas retrógradas e inviables. En ese contexto, una de sus metas es lograr la autosuficiencia en gasolinas.
Según el Presidente López Obrador, en 2024 se estará procesando 1.5 millones de barriles diarios de petróleo crudo en siete refinerías de Pemex, es decir, en las seis existentes, rehabilitadas, más la de Dos Bocas. Esto implicaría más que duplicar la producción actual de combustibles, lo cual parece imposible con los niveles de inversión previsibles y en el tiempo disponible.
Más bien, Dos Bocas no quedará concluida en este gobierno, y tal vez nunca, y las otras seis no mejorarán mucho sus condiciones de operación. Además, si se fuerza la operación de plantas semiobsoletas en condiciones subóptimas, se estará en riesgo de causar más incendios y desfogues de nubes contaminantes de azufre, como los que han proliferado últimamente en Pemex.
La autosuficiencia en energía suena atractiva, pero sería más práctico y viable perseguir otro objetivo, que es la seguridad energética del país, propiciando condiciones que garanticen acceso a energéticos de calidad para todos los mexicanos, aunque una parte del consumo se cubra con importaciones.
Existe una amplísima disponibilidad de gasolinas, gas y otros petrolíferos en mercados del exterior que México puede accesar y, por cierto, es más barato importarlos que poner a Pemex a producirlos. Bajar el precio de la gasolina al consumidor no es sinónimo de apoyar a Pemex.
Pero el gobierno de la 4T aplica políticas que ponen en riesgo la seguridad energética. De distintas maneras, desalienta y cancela inversiones privadas que ampliarían las capacidades de suministro, distribución, transporte y almacenamiento de gasolinas y otros energéticos en el país.
En cambio, busca una autosuficiencia que implica mantener operando a las carboeléctricas y a centrales eléctricas que queman combustóleo, pero vetando la modernidad de las energías renovables. Busca reducir la importación de gasolina y gas, en vez de asegurar, vía acuerdos y contratos con privados, el suministro en el largo plazo.
El gobierno mexicano debería imitar el modelo de la Gran Bretaña, ex potencia carbonífera, que hace décadas tomó la firme decisión de cerrar todas las minas de carbón, clausurar las carboeléctricas y cancelar las plantas de refinación más contaminantes, además de invitar a empresas privadas, sobre todo extranjeras, a invertir en su industria energética. Hoy, es el ejemplo de un país que privilegia las energías limpias y presume una matriz energética de muy bajo carbono y lo hizo sin problemas técnicas supuestamente insuperables de confiabilidad eléctrica o de intermitencia, además de que resolvió conflictos laborales y sociales asociados. Y nada de eso vulneró la soberanía nacional.
Por cierto, las grandes armadoras globales, como General Motors, Nissan, Volkswagen y Renault, además de Tesla, están enfrascadas en una intensa carrera para lanzar decenas de modelos de vehículos eléctricos lo antes posible, según leímos en la nota principal del diario The Wall Street Journal del 19 de julio pasado.
En Noruega más del 30 por ciento de los vehículos ya son eléctricos ó híbridos. En Francia es el 10 por ciento y su crecimiento es exponencial. Gran Bretaña prevé tener muy pocos automóviles a gasolina en el año 2030 y tiene una ley que los prohíbe a partir del 2035.
Son tendencias que llegarán a México. Pero la 4T maneja en sentido contrario y quiere desenchufar al país de las tendencias globales y de las aspiraciones de de energía limpia de las nuevas generaciones. ¿Qué hará México produciendo tanta gasolina, cuando empiece a fallar la demanda? Si nuestro gobierno sigue mirando hacia el pasado, pues tendría que prohibir los coches eléctricos. Sólo eso nos falta.
Artículo publicado hoy en el Periódico Reforma. Léalo en el diario en esta liga.
David Shields es analista de la industria energética. Su e-mail: david.shields@energiaadebate.com