El sistema eléctrico, físicamente hablando, se divide en tres grandes partes: generación, transmisión y distribución. Para efectos administrativos hay una cuarta en México, la comercialización, pero digamos que esta solo se puede “maldecir”, mientras que las partes de las otras tres se pueden “patear”.
Desde la escuela sabemos que la energía no se crea ni se destruye, solo transforma. La generación es transformar cualquier fuente de energía en electricidad. Luego hay que llevar esa energía de donde se genera a donde se consume (transmisión) para después repartirla desde las subestaciones a las casas, negocios o donde quiera que se consume (distribución).
En la reforma de 2013 el sector se separó en cada una de estas actividades. En generación y comercialización puede haber competencia y entonces se abrieron al mercado. Los servicios públicos de transmisión y distribución se mantuvieron en monopolios, que lo son de forma natural, y el gobierno las ejerce mediante un par de empresas: CFE Transmisión y CFE Distribución, donde están además el 70 por ciento de los trabajadores de toda la Comisión Federal de Electricidad.
La distribución, además de la comercialización, es la actividad que más se involucra con el ciudadano. Es la que se encarga de instalar postes y cables en las calles, de poner los aparatos que miden cuánta energía consumimos y quien lleva a cabo esa medición.
“La distribución, además de la comercialización, es la actividad que más se involucra con el ciudadano”.
La ampliación de estas redes es fundamental pues permite dar el servicio a más gente. La transmisión en los últimos 20 años ha crecido gracias a aportaciones privadas. La distribución también recibe numerosas aportaciones de privados, como los que desarrollan fraccionamientos con postes y cableado, que donan al operador. También muchas empresas adquieren equipos que instalan y donan para poder instalarse y recibir energía.
Dentro de la tarifa eléctrica que pagamos se incluye una parte que corresponde a distribución. Esa tarifa se diseñó para solventar los gastos de operación, mantenimiento, modernización y ampliación de las redes.
La distribución es uno de los dos grandes negocios del futuro de las empresas eléctricas que, al ser monopolios naturales, los usuarios tendremos que pagar mientras las usemos y no tienen competencia. El negocio puede ir acompañado de otros como las telecomunicaciones. Gracias a eso, por ejemplo, ahora el presidente pretende hacer llegar internet a todo el país.
La empresa de distribución de energía eléctrica mexicana es una de las que cuenta con utilidades; esto se debe a que cobra por los cuatro conceptos que enumeramos arriba, pero no ha invertido lo suficiente para que haya una red que pueda soportar crecimiento sostenido de la demanda.
El problema es que si no se llevan a cabo las acciones de mantenimiento adecuadas, la distribución puede ser la parte más delgada del hilo y, por lo tanto, donde más fácilmente revienta. Y eso es lo que sucedió durante las últimas semanas: la falta de inversión en distribución hizo frágil al sistema y las redes fueron tronando, al no poder distribuir toda la energía que usamos los mexicanos para mantener frescas nuestras casas o negocios durante la reciente ola de calor.
La política energética del sexenio se enfocó en bloquear la participación privada y, por lo tanto, se enfocó en grandes proyectos de generación que podrían ser políticamente vendibles. Se enfocaron en obras grandes pero se dejó de atender la distribución que, aunque políticamente no es tan vendible, es la que necesitamos y está cerca de todos.
El presidente, sin comprender el sector energético, se la pasó hablando la semana pasada de que hay generación suficiente para sostener el sistema eléctrico (permítame dudar también de eso) sin emitir mensaje alguno sobre el problema de distribución. Por eso decía que había “reserva suficiente” mientras la gente vivía en tiempo real los apagones. Pero bueno, tampoco podría decir mucho, pues la falta de modernización de las redes es producto de su política energética.
Cuando hablamos de CFE hablamos de una sola empresa, cuando en realidad hay empresas subsidiarias que conocen perfectamente su labor, que lo hacen con muchos esfuerzos, aunque no siempre cuentan con los recursos necesarios para cumplir su mandato.
Y no es problema de dinero, pues para eso está diseñada la tarifa, que decidieron usar en otras cosas. Es curioso que el presidente que se decía cercano a la gente haya decidido abandonar una de las cosas que el gobierno tiene más cercano a la gente: la distribución de energía eléctrica.
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