No es ningún secreto ni se requiere gran conocimiento para saber que la política energética de este gobierno, además de inconstitucional (no lo digo yo, sino una mayoría de ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación), ha sido un fracaso por donde se le vea.
Puede haber acciones medianamente defendibles, como la compra de Deer Park o… bueno, alguna habrá.
El asunto es que un análisis global y basado en resultados nos dice que este gobierno ha fracasado en los tres objetivos que debería tener un sistema energético actual: ser seguro, limpio y al costo más bajo posible. Al contrario, regresaron los apagones de hace décadas (que se prolongarán al menos cinco años más), se mantiene el uso de combustibles pesados y de 2021 a 2022 se incrementó el factor de emisiones del Sistema Eléctrico Nacional.
Tampoco se abarató la energía, ya que el uso de carbón y combustóleo incrementan los costos del sistema.
Además, aumentó el número de accidentes en Pemex, los derrames de escándalo, la escasez de combustibles, el incremento de pérdidas de la petrolera y de CFE, los cortes programados en las Penínsulas, el sobrecosto de Dos Bocas y un largo etcétera.
Pero este gobierno ya está acabando y lo mejor que podemos hacer con él es aprender. Si no queremos que la cosa empeore o siga igual, hay que cambiar de política, ya no digamos a las personas.
En las siguientes semanas (meses seguramente) usaré este espacio, Intermitencias, para ir describiendo medidas que se podrían tomar para mejorar las condiciones de nuestro sector energético y que vaya de acuerdo con las necesidades actuales de México y el mundo: que sea más limpio, económico y seguro.
No todo lo plasmado aquí será idea mía, sino de amigos, conocidos o ajenos, académicos, empresarios, muchos microempresarios, pero en general verdaderos expertos en materia energética. Cada idea se consultará y pediré aprobación antes de publicarla.
Hay un punto muy importante qué mencionar. No todas las medidas requieren de una reforma legal o constitucional, sino que aprovechan la apertura y criterios globales con que fue redactada y legislada la reforma de 2013 y las subsecuentes leyes secundarias.
“No todas las medidas requieren de una reforma legal o constitucional”.
Estos textos versarán más sobre electricidad y transición energética que sobre hidrocarburos, aunque tampoco será mi objetivo hacerlos de lado.
Algo muy curioso que sucede con el asunto energético es que cuando visitamos centros de estudios, universidades y think-tanks, encontramos que la mayoría de las propuestas ya se aplican, como el despacho por mérito económico. Pero la mayor parte de los mexicanos no conoce este marco legal, además de que algunas medidas no lograron aplicarse plenamente.
Empezaré por algunos principios que considero que deberían retomarse, pues buscan evitar límites y sesgos innecesarios, pero al mismo tiempo dan dirección a las ideas. Posteriormente, las siguientes semanas, comentaré las propuestas puntuales.
- Es necesario respetar la ley y la Constitución como ya están. Dar legalidad al proceder de los reguladores, procesar los permisos de generación, importación, suministro y demás, pero conforme a Derecho y no por instrucciones de uno de los participantes del sector.
- Despolitizar en general al sector energético, darle pulcritud y contratar nuevo personal con capacidad técnica.
- Pongamos en el centro de la atención al consumidor. No pensemos en el beneficio de las empresas (ni porque sean propiedad del gobierno), sino que debemos buscar los objetivos de arriba: precio, seguridad y sustentabilidad para beneficio de los mexicanos en su conjunto. Dejemos el dogma estatista de lado.
- Es necesario evaluar la viabilidad de cada parte del sistema energético, principalmente de las empresas estatales, y evaluar su continuidad en función del ciudadano. Por ejemplo, el Sistema Nacional de Refinación. Analizar cuáles plantas son técnica y económicamente viables y deshacerse del resto; buscar quién da más por ellas o quién pretende darle mejor uso. Aquí el problema no es técnico ni económico, sino emocional y político. Hay quienes ponen a Pemex y el sistema de refinación junto a los símbolos patrios. Entonces, clausurar el sistema tiene implicaciones afectivas para ellos. Pero hay que replantear la propia idea que tenemos sobre Pemex, las empresas del Estado en el siglo XXI y poner en blanco y negro las pérdidas y todo lo que sigue significando al Estado mexicano.
- Es necesario eliminar los mecanismos que generan subsidios cruzados o tarifas absurdas. Por ejemplo, CFE Transmisión paga a CFE SSB (Suministrador de Servicios Básicos) una tarifa que no existe en ningún lugar del mundo. Es un monto a cambio de que CFE SSB garantice que transportará energía (transporte que el propio consumo demanda). Eliminar este tipo de absurdos hará que cada subsector del sector energético funcione con costos reales y conozcamos las debilidades técnico-financieras para poder corregirlas. A algunos esto no les gustará, sobre todo a aquellos trabajadores de las empresas del Estado o contratistas que han hecho su agosto con este tipo de prácticas. Pero es un asunto de bien común tener un sector energético viable con costos reales.
- Pensemos en el futuro, no en el pasado. Más allá de dogmas, la transición energética es un hecho que algunos lograron aletargar (como lo pretendió este gobierno), pero no podrán frenar. De poco nos servirá regresar a glorias inexistentes del pasado (el México petrolero, que solo existió en el discurso) si queremos un país que beneficie a los mexicanos del siglo XXI.
- Hoy más que nunca es vital tomar en cuenta los asuntos sociales y ambientales. Ningún sistema energético funcionará con un ambiente (o medio ambiente, con pleonasmo) en deterioro. Como ejemplo, vean la afectación al funcionamiento de las hidroeléctricas por el cambio climático y la sequía. Y tampoco con una sociedad inconforme, como ejemplo, observemos el freno a la construcción de Chicoasén II, por pobladores del sitio.
Con esta serie de principios cierro este texto. La semana que siguiente empezaré con propuestas concretas que considero que contribuirán para fortalecer el sector energético de México, en beneficio de los mexicanos, como usuarios y consumidores. Nos leemos entonces.
Las opiniones vertidas en la sección «Plumas al Debate» son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y no representan necesariamente la posición de Energía a Debate, su línea editorial ni la del Consejo Editorial, así como tampoco de Perceptia21 Energía. Energía a Debate es un espacio informativo y de opinión plural sobre los temas relativos al sector energético, abarcando sus distintos subsectores, políticas públicas, regulación, transparencia y rendición de cuentas, con la finalidad de contribuir a la construcción de una ciudadanía informada en asuntos energéticos.