¿Qué hacer con Dos Bocas?
La pregunta parece ociosa, pero no lo es. Más allá del teatro armado en redes sociales, la realidad es que la refinería no está terminada, tardará un buen rato en estarlo y llegar a su capacidad máxima. Ni siquiera se puede establecer una fecha ni costo real.
Pero ¿qué hacer con ella? Esa decisión deberá ser tomada considerando diversas variables. Aquí van algunos puntos a considerar.
- El consumo de combustibles en México se mantiene estable desde hace años. Estamos lejos del consumo máximo que se dio en 2009 y 2016. Automóviles más eficientes, híbridos y la movilidad eléctrica llevarán a consumir cada vez menos gasolinas.
- Aunque el consumo de gasolina aumentara, nos sale más barato importarla que refinar en México. De hecho, mientras Pemex más refina, más dinero pierde. No hay certeza además de que la operación de Dos Bocas vaya a ser competitiva.
- Como el IMP lo declaró institucionalmente, los riesgos alrededor de la refinería son muchos. El más grave (y obvio) es que puede presentar inundaciones mayores de forma concurrente, como recién lo confirmaba el MIT (Massachusetts Institute of Technology), inundaciones que por lo menos eviten su operación o le puedan causar daños mayores a las instalaciones.
- Tras cancelar las licitaciones para la administración del proyecto, se tomó el diseño de la planeada y posteriormente cancelada expansión de la refinería de Tula (sí, la lana de la “barda” en realidad era también de su ingeniería básica) para construir la refinería en Dos Bocas. Ya iniciada la obra se acordaron de que necesitaban una central de energía eléctrica –no necesaria en Tula– a unos kilómetros de una de las plantas más grandes del país.
- Dos Bocas tiene, además, un problema logístico: no cuenta con infraestructura eficiente para sacar los refinados y llevarlos a mercado. No hay ductos de salida, podría sacar una parte en pipas (carísimo y riesgoso), o por buque (caro también), y está lejos de los centros de población. Entonces, el costo logístico de Dos Bocas es alto. Súmele ese costo a los de operación para calcular la rentabilidad.
- Dos Bocas ya acumula unos 18 mil millones de dólares de costos hundidos (pocas veces tan bien dicho: hundidos) y, aunque hay cosas que definitivamente no pueden moverse de ahí (no tendría sentido mover una plancha de concreto), hay cosas que podrían moverse y, aunque podría ser caro hacerlo, posiblemente sustituyan equipos en otros sitios de forma eficiente.
- Algunas refinerías fueron reconfiguradas para usar crudo más pesado que el originalmente planeado, pero a pesar de la reconfiguración producen combustóleo, mucho, y siguen generando pérdidas a la hora de refinar.
Con todas estas consideraciones de por medio, hay varias propuestas sobre qué hacer con Dos Bocas.
La primera es terminarla, ponerla a punto y que trabaje, a cambio de cerrar algunas otras refinerías, como Madero o Minatitlán que, aunque están reconfiguradas, generan pérdidas y mucho combustóleo de bajo valor en el mercado. No suena mal, pero esta idea sería buena si hubiera absoluta certeza de la operatividad de Dos Bocas que en realidad es mermada por las amenazas reales que señaló en su momento el Instituto Mexicano del Petróleo.
Además, ¿será competitiva Dos Bocas en el mercado mexicano? Si solo la ponemos a operar por operar, con pérdidas, será la misma historia y perderá sentido. Su configuración para crudo más pesado que el resto nos hace creer que sería rentable, pues no tendría los problemas operativos del resto: refinar de manera forzada crudo para el que no fueron diseñadas.
Otra propuesta es transformarla en una planta petroquímica. Ahí suena interesante pero, de nuevo, los riesgos de trabajo por inundaciones ponen en duda su viabilidad en el largo plazo, además de que habría que hacer toooda una reingeniería acompañada de inversiones no menores para que esto funcione.
Una tercera opción es utilizar los tanques para convertirla, junto con la adyacente Terminal Marítima Dos Bocas (TMDB ) un hub de almacenamiento. En ese caso, los riesgos ante fenómenos hidrometeorológicos son menores. O sea, podría cumplir su función incluso inundada.
Recordemos entonces que esta refinería no fue diseñada para Dos Bocas, sino para Tula. Luego, si se hace un análisis y se reubican los equipos en otras plantas para mejorar su desempeño, ¿podrían funcionar mejor? Por ejemplo, mejorar la operación de Tula o Salamanca.
“Recordemos entonces que esta refinería no fue diseñada para Dos Bocas, sino para Tula”.
De hecho, ¿imaginan llevar los equipos a Tula? Ahí fue diseñada, está dentro del corredor de consumo, ya tiene ductos, podría sustituir a la actual y mitigar emisiones al producir menos combustóleo. Mientras, en Dos Bocas se mantienen los tanques como hub, uno de los más grandes de Latinoamérica.
Las opciones están en la mesa; los riesgos y los costos, también.
No se puede cometer el mismo error del gobierno actual y tirar el dinero a la basura, como lo hicieron con el NAIM, pero tampoco se puede solo echar a andar las cosas porque “ya están” si no es viable ni rentable su operación.
Lo que no podemos es terminar tomando decisiones por capricho, como este gobierno, sino basados en análisis serios y puntuales.
(Lea la sexta parte de esta entrega aquí)
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