–la SENER en busca de sentido–
Es un gusto verle por aquí. Bienvenido.
Ahí le voy con las Pirámides de Giza, Teotihuacán o Petra. No conozco a nadie que haya visto o visitado alguno de esos lugares y no se haya quedado profundamente impresionado. Son hazañas históricas que han sido contadas, leídas y filmadas millones de veces, durante miles de años. Y además de ser hazañas, el común denominador de todos es que, cuando se construyeron, tenían sentido.
Ahí le voy de nuevo: Hablando en plata, construir una refinería en estos tiempos no es una hazaña histórica. Quizás lo era en 1900, cuando la tecnología y las técnicas de construcción no eran tan avanzadas, eficientes y seguras -tampoco es nada fácil, que no se me malinterprete.
Mire, no es que Dos Bocas no tenga sentido. Si me preguntan a mí, considerando el estado del Sistema Nacional de Refinación (SNR) –que funciona al 53% de su capacidad por viejo y por mal mantenido–, construir una refinería podría tener sentido, pero justificarla hablando de “autosuficiencia” y de “reducir el precio de la gasolina”, no lo tiene en absoluto. Permítame explicarme:
“Es un evidente conflicto de interés y ese modelo de gestión “entre cuates” solo trae problemas…”
Primero, México tiene 50 millones de vehículos a gasolina y el SNR no tiene capacidad instalada para cubrir esa demanda, aun si todas las refinerías funcionaran al 95%, ya considerando Deer Park y Dos Bocas –cuando esté produciendo gasolina.
Luego, la reducción en el precio de la gasolina simplemente no va a suceder porque para hacerlo posible, el Estado tendría que gastarse una cantidad desmesurada de dinero en absorber parte del costo final, y producir gasolina solo traería pérdidas inmensas. Por lo tanto, de autosuficiencia y de gasolina barata, ni hablamos.
Y vista la justificación tan poética, parece que se quiere dar sentido a un proyecto que está mal de muchas formas:
El mundo seguirá dependiendo del plástico y otros materiales sintéticos que no existirían sin el petróleo –pero la refinería está diseñada para producir más combustibles.
El sitio era el peor, según el IMP. Era difícil acondicionar una plataforma en la costa por razones como el clima, el tipo de suelo, los efectos del cambio climático, etcétera, pero decidieron construir ahí fuera como fuera y, además, despedir al autor del estudio.
El proyecto está catalogado como “inversión financiera” y no como “infraestructura”. Poca transparencia y mucha corrupción –esa que el presidente prometió eliminar. El dueño (PTI), el desarrollador (SENER) y el controlador (Pemex) son todos “primos”. Es un evidente conflicto de interés y ese modelo de gestión “entre cuates” solo trae problemas porque una supervisión pobre siempre resulta en controles mal aplicados o nulos. Y cuidado en la etapa productiva (toco madera, pero recuerde la Línea 12).
El aumento del costo, de 8,000 a 12,000 millones de dólares (un escandaloso 50%), se acerca al precio que dieron los invitados a licitar, que se rechazó “por caro” y que es la razón de la decisión de hacerla “entre compas”. Según dijo la secretaria de Energía, el precio subió porque hay “obras externas” (gasoducto, acueducto, etc.) y, si a estas alturas no saben cuánto va a costar, es porque no hay planeación… ni la ha habido nunca.
El plazo de tres años es pura ilusión. El viernes mostraron una obra con un avance del 40-45% anunciando “el inicio del período de pruebas” –pero no hay gasoducto y, sin gas, la cogeneración (que no está lista) no sirve. No hay acueducto y la obra de toma no está terminada. No hay agua, o sea que tampoco hay vapor, y sin electricidad, agua y vapor, no es posible hacer pruebas. Ninguna.
Así que ahí le voy una vez más: No hay tal hazaña. La hazaña hubiera sido pensar el proyecto con una visión consistente con la transición energética –y los negocios potenciales del futuro eléctrico– terminar en plazo y en presupuesto y –ya que lo estamos pagando entre todos– una gestión transparente.
Esa sí habría sido una hazaña para contar porque habría tenido sentido. Y mucho.
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