El sector eléctrico mexicano tiene una nueva ley y alrededor de ella se han dado amplios diálogos y discusiones. La ley nos permite dividir la actividad de generación, de acuerdo con sus propios modelos regulatorios, en dos grandes grupos.
Por un lado, se prevén mecanismos de generación en pequeña y mediana escala para consumo en sitio que le impulsan a crecer de manera importante. Me refiero a la generación distribuida y al autoconsumo de hasta 20 MW (puede ser más grande, pero hasta 20 MW será facilitado).
La tendencia de crecimiento inercial que ya trae la generación distribuida podría llevar a que a finales de sexenio se instalen unos 10 GW adicionales de capacidad en esta modalidad. Esto, claro, si es que las nuevas reglas mantienen condiciones de competitividad para los proyectos y, además, crece esta generación en sitios distintos a donde se ha acumulado históricamente. Si no hay un crecimiento importante en sitios distintos a ciertos nodos en Jalisco y Nuevo León, es probable que esta metodología se frene abruptamente a mediados de sexenio, ya que los circuitos de distribución se están saturando. Con todo y este riesgo, en términos generales, la cosa pinta bien ahí.
En autoconsumo podría venir un boom importante. Miles de empresas tienen potencial para agregar capacidades de entre 2 y 5 MW solares en sus techos y con eso crecería el modelo. Aunque no lograrían satisfacer su demanda 24 horas al día los 7 días de la semana, las horas de generación solar serían valiosas. Si esto se acompaña con la irrupción del almacenamiento, se podrían satisfacer más horas a costos competitivos, en comparación con la siempre creciente tarifa de CFE.
Sin embargo, el panorama pinta distinto en grandes proyectos.
En honor a la verdad, hay que decir que la desconfianza no nace con la Ley del Sector Eléctrico (LESE), sino con la reforma judicial. ¿Quién pondrá su dinero en un país donde sabe que no puede recurrir al Poder Judicial ante una diferencia con el Ejecutivo?
“Hay que decir que la desconfianza no nace con la Ley del Sector Eléctrico (LESE), sino con la reforma judicial”.
Pero vamos a los detalles de la LESE.
En los proyectos de largo plazo, esos que se parecen a los viejos Productores Independientes de Energía (PIE), nos dicen que al final del contrato la CFE podría quedarse con las centrales. Primero, ¿para qué quiere CFE un parque solar de 20 años de edad, con módulos con un alto grado de degradación (natural) y con obligaciones de pago con comunidades propietarias de terrenos?
Por otra parte, veamos el lado de los inversionistas, donde la cosa no pinta mejor. ¿Para qué modernizar un parque si a los 20 años dejará de ser mío? Además, en 20 años (o lo que dure el contrato) deberé tener el retorno de mi inversión, por lo cual mi modelo financiero deberá de ser no por la vida útil de la central, sino por el tiempo del contrato. ¿Habrá quien desarrolle parques de este tipo? ¡Claro!, pero a costos no tan competitivos como fue con las subastas.
Los proyectos de inversión mixta se ven aún con menos expectativa: voy a hacer una inversión total para un proyecto que ni siquiera voy a controlar, pues seré dueño del 46 % de las acciones. Eso significa arriesgar mi capital en algo que no controlo. Por si fuera poco, apostaré ese dinero en proyectos solares o eólicos, donde CFE tiene muy poca experiencia. Parece una apuesta peligrosa.
¿Habrá quien apueste su dinero en este tipo de modelos? Es posible, sobre todo inversionistas con alguna relación fuerte con gente dentro de la propia empresa. Si bien el contrato con CFE te da alguna certeza, tendrás que incluir el costo de todo el proyecto, pues perderás el control del mismo. Eso significa un costo mucho más alto que el de contratos de largo plazo. Estos proyectos suenan bien para CFE, pues le dan ventajas como cero inversión, control sobre ellos y transferencia tecnológica, pero no hay forma en que esto promueva proyectos competitivos.
A diferencia de hace diez años, se ve cuesta arriba el desarrollo de grandes parques a costos competitivos. ¿Se desarrollarán este tipo de proyectos? Es posible, pero no mediante inversiones tan variadas y competitivas como con el modelo anterior. Es poco probable ver muchos proyectos de grandes empresas. El problema es que los grandes parques son los que dan competitividad en general al país, los que permiten el desarrollo de empleo, los que alimentan una red robusta.
Si bien hay modelos que parecen válvula de escape para la industria, faltarán grandes centrales eléctricas a costos que beneficien al ciudadano cautivo de la red.
Los grandes parques eran una opción para bajar los costos de energía aún con los altos de CFE. No se ve por dónde pueda suceder eso en los próximos años. Por eso nos prometen que la energía no subirá más allá de la inflación.
Las opiniones vertidas en la sección «Plumas al Debate» son responsabilidad exclusiva de quienes las emiten y no representan necesariamente la posición de Energía a Debate, su línea editorial ni la del Consejo Editorial, así como tampoco de Perceptia21 Energía. Energía a Debate es un espacio informativo y de opinión plural sobre los temas relativos al sector energético, abarcando sus distintos subsectores, políticas públicas, regulación, transparencia y rendición de cuentas, con la finalidad de contribuir a la construcción de una ciudadanía informada en asuntos energéticos.