En esta presente entrega, quisiera esbozar algunas preocupaciones sobre los impactos que están causando a nivel global y regional los elevados precios, y hasta escasez, de los impopulares y amados hidrocarburos, mismos que se han visto acelerados por el conflicto en Europa.
Esta reflexión va dirigida sobre todos a aquellos radicales ambientalistas muchas veces llamados negacionistas. Principalmente liderados por ONGs europeas y sus seguidores, a los millones de jóvenes (youtuberos y tiktokeros) y también a los pueblos indígenas (como el de Ecuador, por ejemplo). Estos tres grupos tienen cuatro cosas muy en común.
Primero, es que se oponen férreamente a que se sigan explorando y explotando hidrocarburos en el planeta, demandando además que esta acción sea inmediata. Segundo, y al mismo tiempo, con un cinismo descarado, observamos que, a todos por igual, los embrujan todos los placeres de la vida modera. Es decir, viajar y transportarse, tener un automóvil a la mano, estar bien calefaccionados allá donde hace frio, bien enfriaditos y con aire acondicionado allá donde hace calor, que sus alimentos estén disponibles y frescos (verduras incluidas) todos los días y mucho más. Ustedes amigos lectores me entienden.
Tercero, y con más cinismo aún, demandan paralelamente que los precios de los alimentos que consumen, de los energéticos que requieren para transportarse, calefaccionarse, enfriarse y vivir cómodamente (como les encanta) no suban de precio. Cuarto, es que, además, demandan empleo mejor remunerado y mejores ingresos económicos. Lo anterior, sin crecimiento del PIB y por lo tanto no acompañado de una oferta firme y a bajo costo de energía. No es posible.
“No, mi hijo”, dirían en Colombia. Esto no cuadra por ningún lado. Personalmente no los comprendo por esta doble moral que arropan y que pueden llevar al planeta a donde ellos mismos no aspiran.
La invasión de Rusia a Ucrania ha puesto en evidencia algo que ya se veía venir y es que la transición energética deseada por muchos no puede llegar acompañada de un freno inmediato a las actividades de exploración y explotación de hidrocarburos.
“Es importante entender que no es posible una vida moderna como todos deseamos sin tener los hidrocarburos disponibles oportunamente en los mercados”.
Es importante entender que no es posible una vida moderna como todos deseamos sin tener los hidrocarburos disponibles oportunamente en los mercados. Y esta realidad la tendremos por lo menos tres a cinco décadas más, mientras la ciencia y la tecnología avanzan. Y no es que esté en contra de las energías alternativas (agua, solar, eólica) existentes. Por el contrario, las aprecio y valoro mucho, pero soy realista y pragmático. Su problemática radica en que son intermitentes y esa intermitencia las hace no disponibles y aún muy costosas para atender una creciente demanda de energía, firme a menor costo, comparada a la alternativa que tenemos con los hidrocarburos que se pretenden eliminar ipso facto, encareciéndolos. No way, Joséi.
Si no se dejan realizar, o se frenan inversiones necesarias y oportunas en exploración y explotación de hidrocarburos, tendremos precios aún más elevados de los odiados y venerados diesel, gasolina, jet fuel, GLP y gas natural. Y también desabastecimientos como lo estamos observado hoy en día.
La menor producción de petróleo, disrupción de entrega de petróleo pesado, sumada a la escasa capacidad en refinación en el planeta, está llevando a los hidrocarburos a precios muy elevados, principalmente del diesel-oil, en todo el planeta. En algunos países se observan desabastecimientos. Protestas y paros por doquier por inflación, protestas y paros de transportistas en varios países por precios elevados de combustibles, vaciamiento de las arcas fiscales en aquellos países que subsidian (léase Argentina, Ecuador, Venezuela y Bolivia en nuestra región) y hasta desabastecimientos.
El planeta demanda energía y por ahora esa energía se llama hidrocarburos. La lucha contra el denominado cambio climático debería ser tomándola por las astas reemplazando, lo más pronto posible, el sucio carbón por gas natural y algo de renovables. Recordemos que América Latina tiene una energía bastante limpia (agua y gas natural) y contamina per cápita mucho menos que Europa, Asia o Estados Unidos, que aún usan ingentes cantidades de carbón y tienen elevados estándares de vida. Es su deber reemplazar carbón por gas natural.
Finalmente deberíamos entender que la muy ansiada transición energética no se podrá encarar masivamente sin ingentes inversiones en exploración y explotación en minería, que se requerirán para fabricar billones de baterías de almacenamiento (celulares, vehículos y de respaldo), trillones de paneles solares, millones de torres eólicas y sumarle todo el cobre y otros minerales necesarios para expandir las redes eléctricas para construir un planeta eléctrico y libre de hidrocarburos.
Un solo punto más, amigos lectores. Para realizar todo ese enorme movimiento minero, su transporte y fabricación –¿saben qué?–, necesitaremos producir hidrocarburos, principalmente diesel y gas natural. No nos equivoquemos.
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