Cerrar una refinería, principalmente aquellas que son poco eficientes en sus niveles de producción, podría no tener un impacto significativo en la oferta de combustibles; sin embargo, el daño económico sería importante para la entidad o las comunidades cercanas al complejo.
Si bien se habla de la contaminación que generan estos complejos, y que ha llevado al gobierno del estado de Nuevo León a querer clausurar la refinería de Cadereyta, lo cierto es que la mayoría de los gobiernos locales, así como las empresas a su alrededor, ya sea de manera directa o indirecta, han basado su economía alrededor de estos proyectos.
En entrevista, Oscar Ocampo, coordinador de Energía del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco), explicó que el impacto en la producción y oferta dependerá del tamaño y eficiencia del complejo, pues parte de estos volúmenes pueden ser sustituidos por importaciones o incluso con el arranque de la refinería de Dos Bocas.
“Si hablamos de un tema de seguridad energética, se podría hacer sin mayor problema porque la producción de Madero es la más pequeña de las seis refinerías, pues produce alrededor de 30 mil barriles diarios, una fracción pequeña de los 800 mil barriles por día que consumimos. Se puede compensar con facilidad con la refinería de Dos Bocas y lo que importas de Texas. Por esa parte no hay mucho problema”.
Dijo que financieramente la empresa tampoco registraría pérdidas mayores a las actuales, que tan solo al cierre del año pasado fueron de 183 mil millones de pesos.
“¿Cuál es el problema?, Tampico, por ejemplo; desarrolló su economía y sigue girando alrededor del petróleo. El tema ahí es cómo le haces para sustituir esa pérdida de actividad económica”.
Esto significa que no se trata solo de cerrar, sino que detrás de esto debe existir una planeación profunda para el desmantelamiento de los equipos, el saneamiento de la zona, entre otros trabajos que requieren no menos de ocho a 10 años.
Al mismo tiempo que se resuelve el destino de los trabajadores de la refinería, ya sea hacia su jubilación o la capacitación para la reubicación.
Evolución como alternativa
Por ello, otra de las alternativas es la evolución de estos complejos, a fin de convertirse en plantas petroquímicas o incluso de hidrógeno.
“Se tiene que pensar muy bien, qué parte puedes reconvertir, por ejemplo, petroquímica, o hidrógeno, tienes que ver qué vas a hacer con eso y qué va a pasar con los trabajadores, porque probablemente los tengas que recapacitar o los tengas que jubilar y no reemplazar, esa es la forma en la que se podría cerrar una refinería”.
Sobre el tema, David Rosales, socio director de la consultoría energética Elevation Ideas, coincidió en que deben mantenerse los trabajos de modernización, a fin de que los complejos puedan dar mayor valor agregado al petróleo pesado que es el crudo del que más se produce en México.
“Las refinerías de Pemex necesitan evolucionar en virtud del crudo que tienen, mejorar la capacidad de aprovechamiento del calor para su propio abastecimiento eléctrico y por último en función del mercado real que tenemos para los próximos 20 o 30 años”.