El gas natural como vector de la transición energética tiene limitaciones por la alta dependencia de México de las importaciones de este energético, pero, por el otro lado, sigue siendo la mejor opción para proporcionar electricidad firme, confiable y económica, encontró un estudio publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
“El gas natural como vector de la transición energética tiene limitaciones. A pesar de estar reemplazando al petróleo desde hace 20 años, juntos representan el 85% del consumo primario de energía en México”, expuso el documento “El gas natural en México. Impacto de la política de autosuficiencia, seguridad y soberanía en la transición y la integración energética regional”, elaborado por los consultores Javier Estrada, Víctor Rodríguez y Víctor Hugo Ventura para el organismo dependiente de las Naciones Unidas.
Dicha dependencia tan elevada en hidrocarburos fósiles, agregó, dificulta la transición hacia un sistema energético con menor huella de carbono.
Pero, por el otro lado, el estudio destacó que el gas es la mejor opción para proporcionar electricidad firme, confiable y económica, además de que garantiza soporte a la electromovilidad, un reto incluso mayor que la transición energética en el país.
Por ello, los autores consideraron que México necesita ir “necesariamente” hacia mayores niveles de aprovechamiento de las energías renovables y reducir con el tiempo el consumo de gas natural para dejar solo las centrales los ciclos combinados, la cogeneración y el abastecimiento de la industria petroquímica.
Esto permitirá a muy largo plazo alcanzar niveles de consumo del gas mínimos, estimaron.
El estudio presenta un perfil de la industria del gas natural en México, los intercambios regionales, la regulación, la cadena de valor, la oferta y demanda y las prospectivas de la industria para los años 2030 y 2050.
También aborda los cambios regulatorios relativos al gas natural realizados durante la presente administración federal, además de un panorama internacional del mercado del gas, incluyendo los impactos del COVID-19.
Los autores, además, ponen un especial énfasis en las preocupaciones por la seguridad energética frente a la enorme dependencia en el suministro por parte de Estados Unidos, principalmente del estado de Texas, y la política energética del actual gobierno, todo ello entre otros temas relevantes.
Actualmente, según el estudio, 62.2% del consumo de gas seco se destina a la generación de electricidad, mientras que 60.6% de la electricidad que se consume en el país es generada con gas. De ahí se aprecia la importancia de este recurso para México.
Sin embargo, la producción nacional ha ido cayendo a lo largo de los últimos años. “La producción alcanzó un máximo histórico de 7.031 millones de pies cúbicos diarios (mmpcd) en 2009 y declina desde entonces. De los 4.894 mmpcd extraídos en 2019 solo se obtuvieron 2.618 mmpcd de gas seco, frente a una demanda de 8.169 mmpcd”, refirió.
Por tanto, la alta dependencia del gas importando queda evidenciada en las cifras citadas en el estudio. La producción de gas nacional solo permite cubrir el 30.3% de la demanda, ya que el resto es cubierto con importaciones, esto es, 69.7%.
“Quitando lo que Pemex consume, resulta que las compras externas cubrieron más del 93% de la demanda en 2020. Las importaciones se multiplicaron por 20 en la última década: en 2010 se importaron 281 mmpcd y 10 años después 5.686 mmpcd”, se lee en el estudio.
Apuntó que los Estados Unidos se posicionó prácticamente como proveedor único a partir de abril de 2020 porque el suministro por gasoducto es más económico y las importaciones de gas natural licuado provenientes de otras latitudes han perdido competitividad.
Al respecto, también aclaró que prácticamente todo el gas proveniente de la Unión americana es del estado de Texas. “Los envíos a México representan entre el 6.5% y el 7.5% del total producido en ese país y provienen principalmente de Texas. La gran mayoría se entrega mediante gasoducto. Durante la pandemia el flujo de importaciones no se detuvo y alcanzó un nivel récord de 7.400 mmpcd en junio de 2021”.
A pesar de estos datos, los autores del estudio consideran que dentro de la nueva política energética de la actual administración, que persigue la autosuficiencia, seguridad y soberanía energéticas, en realidad el gas natural es importante, pero no prioritario.
“Dentro de la nueva política energética el gas natural es importante pero no prioritario. La prioridad de las inversiones del Estado está del lado del petróleo y sus derivados. Ciertamente se propone la autosuficiencia, pero las estrategias para elevar la producción y detener el desperdicio son modestas”, expusieron.
Además, la técnica de la fractura hidráulica, conocida como fracking, está descartada, al igual que nuevas incursiones de Pemex en aguas profundas. Solo se contempla aprovechar los recursos convencionales cercanos a campos e instalaciones existentes.
Aunado a ello, este sector tiene otros retos por resolver. “El problema inmediato por resolver es el exceso de capacidad de transporte que la pasada administración contrató con empresas privadas de gasoductos sin tener ubicado lugar, volumen y período de consumo. Detener el venteo, la quema, las emisiones fugitivas y la contaminación por nitrógeno es otra tarea urgente, además de construir capacidad de almacenamiento”, dice el documento.
A ello se adiciona que el país presenta regiones que aún no cuentan con gas, especialmente los estados del Sur-Sureste, por lo que su desarrollo se ha visto acotado, no solo en la parte del abasto seguro de electricidad.
Por otra parte, en la frontera sur se abren nuevas ventanas de oportunidad. El mapa de suministro y comercialización del gas natural en los países centroamericanos y caribeños ha cambiado en los últimos años, de manera que cuatro países centroamericanos y cinco estados caribeños se han incorporado, o lo harán en el muy corto plazo, al naciente mercado de gas natural licuado.
Esto, y la falta de gas en el sur del territorio nacional, según consideraron los autores, son una señal para reflexionar sobre la conveniencia de ajustar la estrategia de gasificación para llenar ese vacío y al mismo tiempo posicionar a México como participante en los mercados de Centroamérica y El Caribe.
Pero, ante todo, se requiere una visión integral sistémica. Recomendaron definir hasta dónde y hasta cuando México quiere llegar con el gas natural. Un enfoque de abajo hacia arriba, de la demanda a la oferta, sería indispensable para establecer cuánta energía se necesita durante un período determinado, para luego comparar esa necesidad con el presupuesto carbono de acuerdo con los compromisos de México en el Acuerdo de París.
A partir de ahí, previeron, se podrían definir estrategias de descarbonización y los volúmenes de gas que se requieren, especialmente en la industria eléctrica.
Al contrastar lo que se quiere lograr con las políticas públicas en aplicación sería posible detectar los ajustes requeridos para lograr la meta, manifestaron los autores.
“Solo profundizando el análisis será posible visualizar las ventajas y desventajas de posibles cursos de acción que consoliden el avance conseguido y perfeccionen la aportación del gas natural al desarrollo sostenible del país”, asentaron.