La transición energética se debe resumir en un solo concepto: emitir menos gases de efecto invernadero. Hay dos formas de hacerlo: usar menos combustibles fósiles y, mientras resulten necesarios, usar combustibles más limpios.
La primera parte es muy obvia: dejar de usar plantas térmicas, que además por el uso de combustible son muy caras, para usar eólica, solar, hidroeléctrica, geotérmica e incluso nuclear, pues ninguna de ellas emite gases de efecto invernadero.
Pero en lo que construyes ese sistema en el que sólo con esas fuentes se pueda satisfacer la demanda eléctrica, se ha optado por algunos combustibles más limpios y de transición, como el gas natural.
¿Cuál es la diferencia?
Primero, una central de ciclo combinado, que usa gas natural, produce la misma cantidad de energía, pero genera la mitad de gases de efecto invernadero que, por ejemplo, una central de carbón.
Un punto importante es que la combustión del gas natural es “más eficiente”, además de que tiene bastante menos azufre y nitrógeno, por lo que genera menos contaminantes y de hecho prácticamente no emite partículas suspendidas, a diferencia del carbón o el combustóleo. Por lo pronto, en una central de gas vemos, en su mayoría, vapor saliendo de sus torres, mientras que en una que funciona con carbón o combustóleo, vemos una columna de humo gris.
“En una central de gas vemos, en su mayoría, vapor saliendo de sus torres, mientras que en una que funciona con carbón o combustóleo, vemos una columna de humo gris”.
Ojo, no estoy diciendo que el gas natural en ciclos combinados no emita gases de efecto invernadero, sino que la contaminación que vemos en las ciudades, esa nata densa que afecta nuestra salud, no proviene de este tipo de centrales.
Hay además dos puntos importantes, primero la eficiencia. Una central de ciclo combinado tiene una eficiencia mayor al 60 por ciento, mientras que las otras centrales tienen una eficiencia menor al 40 por ciento. Pero además las centrales de ciclo combinado y otras de gas natural son muy flexibles a la hora de generar, en comparación con centrales de carbón o combustóleo. Eso es bueno, porque además de ser más eficientes, dan más confiabilidad al sistema, permitiendo que haya cada vez más renovables como la eólica y la solar, compensando su variabilidad con más o menos generación por parte de las centrales de gas natural.
La realidad es que llegará el momento de desplazar el gas natural también, y para eso ya se trabaja con alternativas como el hidrógeno verde, las baterías que puedan almacenar la eólica y la solar, y el incremento de la capacidad de hidroeléctricas que también dan flexibilidad a la red. Sin embargo, mientras tanto, deberemos usar el gas natural, lo que nos permite evitar contaminantes serios que sí que nos envenenan y frenan la transición.
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